La realidad a la que se enfrentan los migrantes cuando cumplen 18 años: "Quiero trabajar, pero no puedo"
No existe un plan nacional para ellos al cumplir 18 años, dependen de las comunidades autónomas que cuentan con programas insuficientes

La realidad a la que se enfrentan los migrantes extutelados: "El día que cumplí 18, me dijeron 'te tienes que ir'"
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Hafsa tiene 20 años, llegó a España, a Ceuta, con 15. Nadó desde su pueblo en Marruecos huyendo de su familia "porque no quería vivir la vida como ellos querían". Después de esos 5 kilómetros a nado a las 4 de la madrugada sola, se encontró " en un país diferente, una cultura diferente, un idioma diferente...". Los dos primeros meses los vivió en la calle, pudo ingresar a un centro y después ser trasladada a Madrid donde estuvo dos años en una casa con otras 12 chicas. Todo hasta que cumplió los 18.
"El día que cumplí 18 años, el 10 de Octubre, me dijeron recoge tu ropa, te tienes que ir". A ella la mandaron a un centro de salud mental, una práctica habitual. Al no tener ningún sitio disponible envían a estos chicos y chicas a donde pueden. Hafsa pidió la baja voluntaria del centro a las dos semanas y se encontró en la misma situación que cuando llegó, en la calle y sin ninguna ayuda.
Según los últimos datos, 2000 extutelados cumplen la mayoría de edad cada año en España y la mayoría se enfrentan a esta misma situación. Las instituciones se hacen cargo de ellos hasta que tienen los 18 años y "dejan de ser su problema", según relata Hafsa. Ella cuenta como en el centro de tutela los trabajadores no pretendían que su vida fuera mejor o más fácil, "solo hacían de cuidadores, no le ponían corazón, para ellos yo era solo su trabajo, solo esperaban que yo cumpliera 18 años para mandarme a la calle".
Un problema de competencias
La responsabilidad de la tutela de estos menores recae en las comunidades autónomas, no en el estado. Son cada una de esas comunidades las que gestionan a los menores extranjeros no acompañados. Y lo mismo ocurre cuando cumplen los 18 años.
"No existe un plan nacional, son cada una de las comunidades las que gestionas a los migrantes extutelados", según nos cuenta Paloma García de Viedma, abogada y coordinadora del equipo jurídico de la fundación Raíces.
Más información
Al cumplir la mayoría de edad estos chicos y chicas deberían de entrar en programas de acompañamiento a la vida adulta. Programas que, entre los 18 y los 21 años, normalmente, ayudan a estos menores. Se les asigna un tutor que les ayuda en la búsqueda de empleo y su regularización.
El problema es que "esos programas están infradotados, para hacernos una idea, solo en la Comunidad de Madrid alrededor de 500 migrantes cumplen la mayoría de edad cada año y estos programas cubren menos de 100 plazas", según cuenta María Areces, coordinadora de la sección de empleo de la fundación Raíces.
Sin un plan nacional que ampare a estos chicos, dependiendo de la comunidad en la que cumplan los 18 van a ver que las ayudas que reciben van a ser unas u otras y , según denuncian las asociaciones y fundaciones, en cualquier caso insuficientes.
"Cumplo 18, quiero trabajar pero no puedo"
Otra de los principales problemas a los que se enfrentan estos chicos es la tramitación de sus papeles. Según García de Viedma, "la tramitación de la documentación recae sobre las comunidades autónomas, si a los 18 años estos chicos llegan sin ser regularizados estamos partiendo de un error de base de las comunidades".
Una situación muy común es que al cumplir la mayoría de edad estos chicos dejen de recibir ninguna ayuda y no tengan la posibilidad de trabajar. García de Viedma compara la edad de emancipación en España. De media un español se emancipa con 30 años y " le estamos pidiendo a un migrante que lo haga con 18, cuando los españoles estamos en nuestro país, tenemos aquí a nuestra familia, hablamos el idioma, entendemos la cultura, es un sinsentido".

Varios migrantes, recién llegados a Canarias, esperando a ser registrados. / Adriel Perdomo

Varios migrantes, recién llegados a Canarias, esperando a ser registrados. / Adriel Perdomo
Esta regularización de los papeles hace que muchos de estos jóvenes se queden en la calle al no tener la posibilidad de acceder al sistema laboral ni a ninguna ayuda por parte de las comunidades autónomas y se tienen que buscar la vida, y ahí entran las asociaciones, fundaciones y las ONG.
El papel de las fundaciones
Sin un apoyo de las autoridades, con regulaciones diferentes en cada ciudad española y sin un plan nacional que les ampare, los jóvenes ven en las asociaciones y fundaciones su manera de avanzar.
La fundación Raíces, por ejemplo, se centra en la ayuda, en la Comunidad de Madrid, de menores tutelados y migrantes extutelados que no reciben ninguna ayuda por parte de la comunidad.
A través de un apoyo transversal, tanto esta fundación como otras, ofrecen ayudas en el campo jurídico con un grupo de abogados que trabaja en la regularización de los chicos, en el campo social con un tutor asignado que se encarga de orientar y hacer ese acompañamiento a la vida adulta del que deberían ocuparse las comunidades pero cuyo servicio está infradotado y en el campo laboral con programas de preparación para el empleo y ayudas para la búsqueda del mismo.

Varios de los migrantes extutelados que cursan el programa Cocina Conciencia en la Fundación Raíces

Varios de los migrantes extutelados que cursan el programa Cocina Conciencia en la Fundación Raíces
Hafsa después de estar dos meses en la calle, ya con 18 años, descubrió la fundación Raíces y cuenta como ellos si que la escucharon. Entro en el programa "Cocina conciencia", un curso de tres meses en el que estos chicos aprenden a ser ayudantes de cocina y de sala, además de recibir clases de español, de búsqueda de empleo, de casa, nociones básicas de informática o de cultura...
Ahora Hafsa, con 20 años, está trabajando como ayudante de sala en un espectáculo musical en IFEMA, cuenta que "aunque la fundación no te enseña a trabajar, te enseña a tener ganas de hacerlo, a organizarte, a ser responsable". Cuenta también que no todos los chicos están preparados para ello. Coincide con ella Areces que habla de las diferentes etapas madurativas en las que los chicos pueden encontrarse, en las diferentes mochilas que traen cada uno de ellos y que cada caso es diferente.
Pero no solo existen estas fundaciones en Madrid. En Málaga, la Asociación Marroquí ayuda de la misma manera a estos jóvenes. Uno de ellos, Bilal, cuenta que " al cumplir los 18 años te ponen las maletas en la puerta y te tienes que buscar la vida". Bilal llegó a Ceuta nadando y tras pasar un tiempo en uno de los centros de primera acogida se quedó en la calle. Decidió viajar a Málaga porque varios conocidos le hablaron de esta asociación. Ahora, con 19 años, vive con dos compañeros que conoció en la asociación y trabaja en un almacén muy cerca de su casa.
Fingir que tienes los 18 para poder moverte
Hablando con María Areces, la coordinadora de la sección de empleo de la fundación Raíces, surge el caso de Seku, que unas horas después aparece y nos cuenta su historia. Seku llegó a Lanzarote con 14 años, nada más llegar fue ingresado en un centro con otros 200 chicos. Estuvo allí unos meses y fue trasladado a Gran Canaria.
Seku tenía claro que quería vivir en Madrid o Barcelona y así se lo hizo saber a los responsables del centro, que le dijeron que era imposible su reubicación. En los trámites de un registro de edad en España, Seku volvió a pedir al fiscal ser trasladado, el fiscal le dijo que solo podría ser trasladado si era mayor de edad y Seku decidió falsear su edad para poder llegar a la península.
Fue trasladado pero al llegar a Madrid, con 15 años, no recibió ningún tipo de ayuda ya que para el estado él era mayor de edad. Seku cuenta que “esta era la única salida para muchos de los chicos que estábamos allí, o nos hacíamos pasar por mayores o no nos dejaban movernos”. Seku vivió en las calles de Madrid durante un tiempo hasta que encontró la fundación Raíces, que comenzó la batalla legal para regularizar su situación y que Seku pudiera recibir las ayudas correspondientes a su edad.
Seku se cansó de esperar y viajó a Francia y después a Suecia para buscar un futuro. Siguió en contacto con la fundación y le avisaron de que su situación estaba ya arreglad y pudo volver a España a seis meses de cumplir la mayoría de edad.