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El falso mito de regar a pleno sol, la técnica del acodo aéreo para reproducir plantas y la evolución del jardín durante el año

Eduardo Barba desmiente una de las grandes frases que siempre se escuchan en verano respecto a la jardinería y detalla cómo ha cambiado la terraza de la SER en estos meses

Siempre se habla de que no hay que regar cuando hay sol por el temido efecto lupa. ¿Qué hay de cierto en ello? Pues hay poca realidad, la verdad. Se suele decir que las gotas de agua que se quedan depositadas sobre la superficie de las hojas pueden quemarlas, al actuar como una lupa, amplificando la intensidad de los rayos del sol y quemando la cutícula de la hoja.

Bueno, pues es un mito jardinero más. Hay muchas veces que toca regar con el sol alto, bien porque es el momento, bien porque es cuando se acaba de realizar una plantación o lo que sea. Entonces hay que regar, y no ocurre nada por hacerlo con el sol. Incluso con plantas jóvenes, no van a quemarse. Sería peor dejarlas secas, con el consiguiente riesgo de deshidratación y de muerte para la planta. Así que, si toca regar cuando hace sol, no pasa nada, no se producirá ese temido efecto lupa.

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El falso mito del riego a pleno sol, el acodo aéreo y repaso a los cambios en el jardín durante la temporada

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El acodo aéreo

La finalidad de un acodo aéreo es la de conseguir una planta grande con su propio sistema de raíces.

Recuerdo a los oyentes lo que hicimos con nuestro Ficus elastica, más conocido por árbol del caucho o gomero: le sometimos a una poda severa, porque sus ramas estaban tocando el techo del pasillo. Pero dejamos una rama sin podar, y en medio de esa rama hice unas incisiones, a modo de herida, para que por ellas emitiera raíces.

Después puse alrededor de esas heridas en el tronco una especie de maceta —en este caso, una bola partida por la mitad— rellena de sustrato, que hemos mantenido bien húmedo. En tan solo un mes (porque lo hicimos el 3 de junio, hace casi 5 semanas) ha emitido una gran cantidad de raíces y ha llenado la bola de sustrato con ellas. Como la planta sigue alimentando a la rama, la rama no muere y puede producir estas raíces.

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De forma ideal, habría que esperar a que hubiera algo más de raíces, y que estas aglutinaran el sustrato, creando un cepellón, creando una bola perfecta de raíces y de sustrato que no se desmoronara.

Cuanto más grande es la rama, más cantidad de raíces debería tener, para que una vez que se corte y se separe de la planta madre pueda sobrevivir con estas raíces, de forma autónoma. Vamos a proceder entonces, y que sea lo que dios quiera: ¡¡¡catacrac, corto!!!

¿Qué hay que hacer ahora con este acodo, qué cuidados debemos tener con él?

Ahora es muy importante que el acodo se trate como una planta en situación delicada. Por ello, vamos a enmacetarla rápidamente, y para ello elegimos una maceta algo grandecita que le dé estabilidad, porque es una rama de un metro y poco de largo. También le vamos a colocar un tutor de bambú, para que la planta no se mueva y tenga estabilidad, lo que le ayudará a emitir más raíz que sujete bien la planta al sustrato. En cuanto a ese sustrato, utilizamos el nuestro, que es muy poroso a la vez que retiene buena cantidad de agua, para que haya un equilibrio entre ese oxígeno que necesita la raíz y el agua imprescindible.

Y la ubicación, muy importante: el acodo recién separado de la planta madre necesita de muchísima luz, pero sin nada de sol directo, para que tenga toda la energía del mundo para emitir mucha más raíz. Por eso lo vamos a colocar al pie mismo de una ventana. Nosotros vamos a hacer un poco de trampa, porque quizás lo saquemos a la zona de sombra de la terraza, donde contará con mucha más luz, y así crecerá más rápido. Pero tenemos que estar pendientes de mantener el sustrato siempre húmedo.

Evolución del jardín de 'Hoy por Hoy' a lo largo del año

Se podría decir que muchas plantas han llegado a la edad adulta, porque se han establecido perfectamente a la terraza o al interior de los pasillos de forma excepcional. Por ejemplo, podríamos hablar de nuestro madroño (Arbutus unedo), que llegó a nosotros en mayo de 2023. Después de dos años se ha hecho grande, ha brotado innumerables veces y nos ha regalado con abundantes frutos.

Otra planta que se ha crecido tanto que da gusto verla es el kumquat (Citrus japonica ‘Nagami’). Lleva poco más de un año aquí, pero ha duplicado su copa, su tronco ha engrosado y también ha fructificado de lo lindo, porque tuvimos una buena cosecha. Ahora está floreciendo de nuevo, así que esperamos más frutos para el año que viene.

La aralia o fatsia (Fatsia japonica) ha crecido como si no hubiera mañana, y después de algo más de dos años ha cumplido con creces la misión que le había encomendado: tapar la máquina del aire acondicionado de la terraza. Ahora esa máquina es lo que está detrás de la aralia, que con sus enormes hojas la oculta por completo. Ha echado docenas y docenas de hojas, grandes, hermosas, y ha demostrado ser una planta totalmente fiable para la sombra y que ha resistido fríos, vientos y calores como si nada.

Habría que decir que esa zona de sombra está colonizada por completo, no se ve ni una baldosa, porque es una sucesión de colores verdes de distintos tonos, todo lleno de volumen y de frescura, gracias a la boina de vasco variegada (Farfugium japonicum ‘Variegatum’) o al helecho bronce o helecho otoñal (Dryopteris erythrosora). Da gusto ver esa cobertura que hacen todas las plantas, la verdad.

En el capítulo de plantas trepadoras, me encanta comprobar cómo la akebia o trepadora chocolate (Akebia quinata) ha colonizado una de nuestras columnas metálicas de la escalera. La ha copado y está llenita de hojas y de tallos, sobre todo en la parte superior, que es donde tiene más sol directo.

Nuestra zona desértica está también muy bien establecida. Nuestros dos grandes cactus están tremendos. El cactus de San Pedro (Trichocereus macrogonus var. pachanoi) ha superado los dos metros quince, justo mi altura, y la chumbera (Opuntia cf. indica) ha sacado alguno más de sus tallos aplanados, una belleza. Toda esta zona está llena de macetas, tapizadas con muchísimas plantas suculentas de mil colores diferentes. Aguantaron el invierno a las mil maravillas, y están preciosas.

Lo que me encanta de la terraza es que está llena de vida y de color. Cualquiera que salga ahora mismo se encontraría con una enorme variedad de plantas de todo tipo, desde árboles hasta pequeñas herbáceas, pasando por arbustos y bulbosas, en floración y creciendo. Hay muchísimas flores de todos los colores: blancas, amarillas, rosas, rojas, azuladas, moradas, anaranjadas… es fascinante mirar y quedarse embobado con ellas.

Plantas favoritas que he traído esta última temporada

Me costaría elegir, pero hay varias princesas candidatas a reina. Una es el tagetes alimonado (Tagetes lemmonii), porque me encanta el aroma de sus hojas cuando las frotas o también cuando lo riegas a manguera, una delicia. Quizás el arce japonés (Acer palmatum) sea una de las adquisiciones más espectaculares de este año, con sus hojas palmeadas pequeñas, verde claro, tan especiales.

Pero te tendría que decir que lo que más me gusta es ver las sonrisas de las personas que salen a la terraza y disfrutan con la belleza de las plantas.

Buen verano. No reencontramos en septiembre.

Eduardo Barba

Eduardo Barba

Eduardo Barba Gómez es jardinero, investigador botánico en obras de arte, paisajista y profesor de jardinería....

 

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