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Ay, aquellos tiempos

Asombra un poco que tanta gente añore hoy el siglo XX, aquella era maravillosa, y quiera repetirlo. Con sus guerras mundiales, sus genocidios, sus totalitarismos, pero sin inmigrantes. A la historia, insisto, le gusta la ironía.

Ay, aquellos tiempos

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Barcelona

Hace 40 o 50 años, los niños fueron expuestos a un peligro tremendo: las pantallas. Los padres aparcaban a las pobres criaturas delante del televisor y los expertos, que no eran tan numerosos como ahora pero casi, predecían grandes calamidades para el futuro de esa generación. Su capacidad cognitiva quedaría perjudicada para siempre.

Aquellos niños no salieron especialmente tontos. Salieron normales, algunos más listos, algunos más lerdos, lo habitual entre los humanos. Aquellos niños, ahora adultos y expertos, siguen amorrados a cualquier pantalla. Pero ahora se angustian porque sus hijos se pasan el día con el móvil. Y aseguran que esta generación que empieza quedará marcada, etcétera, etcétera.

No hay nada nuevo en esto. Al parecer, mi generación también se echó a perder porque en la escuela dejamos de utilizar pluma y tintero y nos pasamos al bolígrafo. ¿Dónde íbamos a ir sin una buena caligrafía, o sea, sin una mente ordenada?

No es que la historia se repita. Lo que pasa es que la historia tiene un sentido de la ironía muy puñetero.

Me he pasado la vida oyendo hablar de un “antes” arcádico en que los niños eran sabios y formales, recitaban de memoria el Quijote y resolvían problemas matemáticos en un santiamén. Ignoro cuándo se dieron esos tiempos tan felices.

La idealización del pasado es un rasgo muy propio de la humanidad. Suele comportar un cierto desprecio por el presente y una visión pesimista del futuro. Ciertamente, a los niños de hoy no se les presenta un porvenir fácil. Pero se las apañarán de alguna forma, como hicieron sus antepasados.

Me parece que el mayor peligro para los niños de hoy no es el futuro, sino el pasado. Es decir, la querencia de los adultos por aquellos otros tiempos tan buenos y lejanos. Asombra un poco que tanta gente añore hoy el siglo XX, aquella era maravillosa, y quiera repetirlo. Con sus guerras mundiales, sus genocidios, sus totalitarismos, pero sin inmigrantes. A la historia, insisto, le gusta la ironía.

Me llamo Enric González. Les deseo un feliz fin de semana.

 

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