El asesinato de Lorca, el fusilamiento de un abuelo en Valladolid y lo que esas dos historias cuentan del pasado silenciado de España

Madrid

Decía la escritora Tillie Olsen que los silencios oscurecen la historia. Romper esos silencios, abrir ventanas a la memoria, es precisamente el corazón de 'Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva', una obra documental dirigida por María San Miguel que entrelaza teatro, música, investigación y testimonio para hablar del pasado que aún nos atraviesa.

La figura de Federico García Lorca, fusilado en los primeros días de la Guerra Civil y aún hoy desaparecido, es el punto de partida. "Federico sigue en plena vigencia. Inspira desde las artes plásticas hasta el teatro contemporáneo. Es infinito", dice San Miguel, quien ha construido una gran carrera en el teatro documental apoyándose en archivos, documentos y voces silenciadas.

Lorca es, para ella, mucho más que un autor. Es parte de su imaginario desde la infancia, cuando aprendió sus canciones populares. Pero también es símbolo de una memoria herida. "Su desaparición y asesinato nos conforman tanto como su obra. Hay que nombrar lo que no se nombra, para que no desaparezca lo que existe", dice San Miguel.

Este compromiso se intensificó durante su estancia en Granada, donde María San Miguel emprendió una investigación sobre la presencia (y ausencia) de la memoria en la ciudad natal del poeta. Se sorprendió al comprobar que muchos habitantes jamás habían visitado el Barranco de Víznar, lugar donde se supone fue asesinado Lorca. "Ese silencio se repite en todo el país", lamenta. Y pone su propio ejemplo: su bisabuelo fue fusilado en el parque de San Isidro de Valladolid, donde no hay ningún indicio de lo ocurrido.

La investigación de San Miguel no supuso solo un ejercicio artístico, sino profundamente personal. En Granada, junto a su amiga Laura Campoy, descubrieron que el bisabuelo de Laura también fue asesinado y desaparecido. Esa conexión íntima les llevó a investigar juntas hasta encontrar el lugar exacto donde, posiblemente, se encuentra la fosa común con sus restos. "Ese día la memoria apareció. Fue un momento muy poderoso", recuerda la directora.

La obra cuenta también con el músico Juan Alberto Martínez, conocido por su trayectoria en la banda granadina Niños Mutantes. Tras la disolución del grupo, se sumó al equipo artístico de 'Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva', conectando su bagaje musical con la memoria de sus abuelas, marcadas por la guerra. "Me quedé sin lágrimas de tanto llorar", confiesa Juan Alberto al recordar la historia familiar que nunca le contaron, pero que siempre estuvo ahí.

En su proceso creativo, el músico también exploró el universo sonoro de Lorca. Tanto él como María, sin saberlo, habían grabado sonidos en las alamedas de la Vega granadina. "Componer con fantasmas", lo llama él. Porque, al fin y al cabo, la memoria no es solo palabra. También es atmósfera, eco, respiración.

Actualmente, 'Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva' está de gira por toda España, llevando a escena una propuesta que desafía al olvido y propone una reconciliación con la verdad. María San Miguel agradece a todas las personas que se atreven a mirar hacia atrás: "Porque, como dice la arqueóloga Esther López Barceló, la memoria siempre aparece. Y cuando lo hace, lo cambia todo".