Por qué nos cuesta tanto dormir en verano: tiene una explicación científica de fondo y una solución clave
El doctor Gonzalo Pin, especialista en medicina de sueño, nos da las claves

Por qué nos cuesta tanto dormir en verano: hay una explicación científica de fondo
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Dormir en las noches de verano puede convertirse en una misión imposible. Más aún si te enfrentas a una ola de calor como la que asola a España durante estos últimos días y no cuentas con un aire acondicionado o un ventilador en condiciones que te ayude a pasar un mal trago. Da igual que gires la almohada en busca de su parte más fresquita o que des una infinidad de vueltas por la cama, no vas a poder pegar ojo hasta que tu cerebro te lo permita. Así lo ha explicado este jueves el doctor especialista en medicina del sueño Gonzalo Pin, quien nos ha contado la explicación científica detrás de nuestros problemas de sueño estivales.
Más información
En declaraciones al programa Hoy por Hoy de la Cadena SER, en el que hemos descubierto los trucos de nuestros oyentes para combatir este escenario marcado por las altas temperaturas, José Luis Sastre ha dado paso a un experto en la materia para explicarnos por qué nos cuesta tanto dormir por las noches. Y Gonzalo Pin ha sido muy directo: "Para iniciar el sueño, lo primero que hace nuestro organismo es empezar a enfriar el cerebro. Y esa es la primera información que le llega a nuestro reloj biológico: 'Me estoy enfriando y está llegando el momento de dormir'".
El problema de dormir en una ola de calor
El problema es que nuestro organismo no puede enfriar el cerebro como de costumbre por culpa de la temperatura ambiente: "Claro, si la temperatura ambiente es muy elevada, no se produce ese gradiente entre la temperatura interior y exterior. Entonces hay menos perdida de calor y, con lo cual, cuesta muchísimo más dormirse". El enfriamiento del cerebro reduce su actividad metabólica. Especialmente en la corteza frontal, lo que facilita la transición al sueño.
Un proceso que se produce a través de la piel, especialmente en las manos y en unos pies que actúan como radiadores de calor. De ahí que en alguna ocasión hayas optado por sacar los brazos o los pies de la cama en busca de algo de fresquito que te permita conciliar el sueño. Pero, claro, si la temperatura exterior es tan alta, no podemos alcanzar el equilibrio necesario como para mandar a nuestro cuerpo a dormir. El cuerpo tiene más dificultades para disipar el calor y, por consiguiente, para reducir su temperatura interna.
La recomendación de los expertos
Por lo tanto, la señal de enfriamiento que recibe el reloj biológico es más débil o se retrasa, lo que provoca que nuestro cuerpo no pueda conciliar el sueño como está acostumbrado y que nos cueste tanto dormir.
De ahí que sea muy importante mantener las habitaciones en una temperatura comprendida entre los 18 y los 22 grados, lo que nos ayudará a conciliar el sueño fácilmente y que no tengamos que pasarnos horas y horas dando vueltas como un tiovivo. Gracias a ello, podrás mantener una diferencia notable entre tu temperatura corporal y la exterior y dormirte ipso facto para recargar pilas de cara al día siguiente.

David Justo
(Astrabudua, 1991) Periodista especializado en tecnología que aborda la vida digital desde otro punto...




