El marqués de Vespaverde: el noble que motorizó el franquismo
El fenómeno se democratizó con el Vespino Rossi, la moto que convirtió a los adolescentes en aspirantes a clase media

El marqués de Vespaverde: el noble que motorizó el franquismo
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En la España de los años 60, cuando el país empezaba a desperezarse del gris franquista y a asomarse tímidamente al consumo, las familias bien no regalaban coches, sino que regalaban motos. La 'motillo' era el símbolo de estatus juvenil, el primer escalón hacia la movilidad privada. Y detrás de esa fiebre por las dos ruedas estaba un personaje tan aristocrático como polémico: Cristóbal Martínez-Bordiú, el marqués de Villaverde, yerno de Franco, apodado con sorna el marqués de Vespaverde.
"Conforme hemos ido mejorando de nivel adquisitivo, hemos ido adquiriendo capacidad de comprar coches más caros", reflexionaba Raquel Peláez en A vivir que son dos días de la SER. "Pero en los 60, lo que se le compraba al hijo era una motito. Eso ya era lujo".
El marqués tuvo un papel clave en la implantación de la Vespa en España, y según se rumoreaba, se lucró con un turbio entramado de tráfico de motocicletas que acabó salpicando su reputación. "Era directamente que se lucraba con una especie de tráfico extraño con las motos", contaba Peláez. "Le llamaban el marqués de Vespaverde, de hecho".
La moto se convirtió en objeto de deseo. Primero para los jóvenes de clase alta, luego para los veinteañeros, y finalmente para los adolescentes. Así funciona la pirámide del consumo aspiracional: lo que empieza como lujo acaba siendo necesidad. "Primero lo aspiraban los de 30, luego los de 25 y luego ya los niños de 16", explicaba Raquel. "No se explica muy bien cómo funciona, pero funciona".
En los 80, el fenómeno se democratizó aún más con modelos como el mítico Vespino Rossi, que incluso protagonizó anuncios con niños que ya no pedían bicicletas, sino su propia moto. "¿Dónde va esta motorista? A por mi Vespino Roshi", recordaba Peláez entre risas. "Ojo, que esto también era un lujo para las familias, eh. Que ya no pedías la bici, ya pedías el Vespino".
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Por carretera o por mar: los pijos son todoterrenos
La fiebre motera incluso se colaba en los yogures. "Me acuerdo que chupaba tapas de Joplight a mogollón porque había un sorteo de una moto", confesaba Raquel, en uno de esos momentos que mezclan memoria personal con crítica cultural.




