La teoría de la mente extendida o por qué llegamos a creer que perder el móvil es perder mucho más que el móvil
La investigadora del CSIC, Gloria Andrada, señala que el uso de los teléfonos móviles ya abarca todos los aspectos de nuestra vida
La teoría de la mente extendida o por qué llegamos a creer que perder el móvil es perder mucho más que el móvil
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Madrid
El teléfono móvil se ha convertido en un elemento indispensable para cualquiera. La necesidad de estar siempre disponible y conectado con los demás se ha vuelto prácticamente una norma. Por ello, perder el móvil o simplemente quedarse sin batería y no poder cargarlo genera un miedo y un estrés que no existían hace apenas unos años.
La adicción al teléfono es tan común que, según el Instituto Europeo de la Salud y el Bienestar Social, el 33% de los jóvenes de 13 años nunca apagan su dispositivo, ni de día ni de noche.
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La filósofa Gloria Andrada, investigadora en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), ha reflexionado en el programa Cibermillonarios junto a Eva Cruz y Jaime García sobre nuestra cognición y las redes sociales, a través de lo que denomina la teoría de "la mente extendida". Esta teoría sostiene que "las tecnologías o dispositivos con los que interactuamos de forma estable llegan a formar parte de nuestra mente".
El uso del teléfono móvil ha transformado el funcionamiento de la memoria
"La memoria, hoy en día, en la mayoría de personas que utilizamos dispositivos como el teléfono inteligente, está parcialmente basada en la actividad de esa tecnología", explicaba Andrada, quien aseguraba que esto "tiene muchas connotaciones. Una de ellas es que, si alguien rompe tu móvil, no está simplemente dañando un objeto, sino que esa acción afecta tu vida mental y psicológica".
La filósofa remarca que "el impacto que han tenido los teléfonos móviles es muy profundo". Señala que estos dispositivos han influido en nuestra forma de recordar, en nuestra movilidad —por la necesidad de contar con GPS— y también en la percepción de nuestro cuerpo, debido a los filtros de belleza y la realidad aumentada que se utilizan en las principales redes sociales.
"Creo que los límites de la intimidad y del yo se han visto transformados por el uso constante de estos dispositivos”, exponía Andrada, quien además destacaba que el uso del móvil provoca que nuestro cerebro segregue dopamina, al igual que ocurre con la adicción a ciertas sustancias.
Aunque Andrada considera que las redes sociales podrían enfocarse de otra manera —por ejemplo, que no se monetizara nuestra capacidad de atención—, lo cierto es que hoy lo abarcan todo. La investigadora del CSIC argumentaba que esto está teniendo grandes efectos "en el desarrollo cognitivo de niños, niñas y también adultos".
Un movimiento colectivo para transformar el uso que damos a las nuevas tecnologías
La filósofa aboga por ser "más conscientes e intentar tomar mayor autonomía sobre nuestros hábitos", aunque reconoce la dificultad, ya que en muchas ocasiones "en el trabajo y en la vida diaria se espera que estés permanentemente disponible y que respondas correos y mensajes de WhatsApp, por lo que a veces no puedes permitirte esa resistencia".
Andrada cree que la solución pasa por "un movimiento colectivo y estructural: generar otras tecnologías y otros modelos. Todo ello sería deseable si valoramos el tiempo dedicado a otras cosas, una mente más libre y, por ende, una mayor capacidad de atención para realizar otro tipo de actividades".
La investigadora también reconoce que las redes han traído aspectos positivos: "se forman grupos de personas, se organizan convocatorias para salir a la calle, crecen movimientos minoritarios o grupos sociales que antes no tenían voz". Sin embargo, también destaca el lado del control, que ha hecho que perder el móvil o estar sin él se convierta en una situación realmente desagradable para cualquiera.
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