Personalidad tipo A

A la vuelta de vacaciones, la personalidad de cada uno se hace notar todavía más. Está el que llega relajadísimo, modo "no me estreses que todavía huelo a crema solar", y el que en cuanto pisa la oficina ya está con tres cafés encima, revisando correos atrasados y cabreado porque el ordenador va más lento que él.

Para saber a qué tipo de perfil pertenecemos, Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología emocional, nos propone un listado de preguntas: ¿Necesitas tenerlo todo controlado? ¿Te sientes culpable cuando no haces nada? En la playa, ¿te molesta mucho que se te llene la toalla de arena? ¿Sueles comer como si te fuesen a robar la comida? ¿Te molesta cuando ves a alguien hacer algo más despacio de lo que tú lo harías? ¿Utilizas mucho la palabra "mientras", porque mientras lees esto estás cociendo la pasta, porque no hay un minuto que perder?

Sentimos deciros que si os habéis sentido reconocidos con más de tres preguntas, pertenecéis a lo que la psicología de la salud denomina como la "Personalidad Tipo A". A nivel general, este tipo de personalidad se divide en tres rasgos característicos: siempre encuentran alguna motivación para el logro competitivo, se impacientan fácil porque sienten urgencia de tiempo y ante cualquier bloqueo se vuelven hostiles. La personalidad tipo B sería todo lo opuesto: se ríe de sus traumas, evita el conflicto, fluye con la vida y se adapta fácilmente. Y, por último, la personalidad tipo C está más asociada a la dificultad que tienen algunas personas para expresar sus emociones.

Hay que tener en cuenta que la personalidad no es algo fijo: tiene un componente genético (temperamento) y otro más contextual (carácter). Por eso, aunque nuestra personalidad tiene rasgos que son estables en el tiempo, hay ciertos eventos o situaciones que pueden cambiarla. Puede que seas tipo A en algunas cosas y tipo B en otras, dependiendo del momento y del entorno. Muchas personas no actúan igual entre semana o el fin de semana, por ejemplo.

En los años 70, los cardiólogos Friedman y Rosenman hicieron un estudio que al de ocho años concluyó en que el 70% de los participantes con personalidad tipo A había desarrollado alguna enfermedad coronaria. Aunque esta investigación es limitada porque se hizo sólo en hombres, a lo largo de la historia se ha considerado un factor a tener en cuenta para los riesgos de salud, como el fumar o el tener un nivel alto de colesterol en sangre.

No se trata tanto de la competitividad o la urgencia, que pueden llegar a ser incluso características buenas, sino de la hostilidad crónica. Vivir con ese resentimiento, desconfianza y facilidad para irritarse no es nada bueno para nuestra salud, ya que activa nuestro sistema nervioso simpático, aumentando la presión arterial, el estrés fisiológico y, a la larga, dañando el corazón.

Lo ideal es quedarnos con lo bueno de la personalidad tipo A (la motivación y la energía) y soltar lo malo (la bronca y la impaciencia). Es verdad que a veces el contexto no nos lo pone fácil y hay que tener en cuenta que no todo depende de nosotros mismos, pero siempre podemos intentar tomárnoslo de otra manera.