El último 'deseo' de Maruja Torres con Isabel Díaz Ayuso: "Que sueñe no con las pesadillas de Gaza, sí con el tema que tan bien conoce"

No soy experta echando maldiciones, y bien que lo lamento. Algún que otro pinito he hecho, sin embargo. Por ejemplo, el bar al que acudíamos los vecinos a tomarnos unas cañas y socializar, y que de pronto pasó a otras manos que solo sirven cafés y galletitas carísimas. Le deseé alguna maldad en su nueva andadura y, por lo pronto, está medio vacío mientras la gente se surte de cervezas en la máquina que el avispado y contiguo comerciante chino se ha apresurado a instalar en su entrada.

Mal de ojo que repetí, hacia este capitalismo cutre y desatado, cuando al propietario de un sórdido local bajo se le ocurrió convertirlo en piso turístico. Le salió tan torcido el asunto que ha tenido que mudarse él mismo al oscuro agujero para que sean los turistas, no sé si con permiso, aunque espero que algo vándalos, quienes entren y salgan de su propio pisazo.

Qué sería de nosotros sin nuestras ilusionantes venganzas imaginarias. La última maldición virtual se la he lanzado a la verdadera jefa del PP, la Medusa de Madrid, cuya sola visión congela las neuronas. Le deseo que cada noche, en su bonito dúplex, sueñe no ya con el genocidio que niega, que esas pesadillas de Gaza por simple decencia las tenemos bastantes personas, pero sí con el tema que aparentemente tan bien conoce: el sitio de Sarajevo. Años de muerte y sangre convertidos en realistas sueños nocturnos y con el novio en mazmorra. Y al despertar, que sienta miedo de verdad, no el miedo mezquino a no ser cada vez peor persona.

Si lo del bar me ha salido bien, no veo por qué las diosas no pueden concederme lo otro.