No somos lo que pensamos
Raquel Mascaraque nos explica qué son los pensamientos intrusivos y cómo podemos afrontarlos

Saltarse un semáforo en rojo, gritar en la sala de espera del médico cuando todo el mundo está en silencio, saltar desde un puente, tirarle un cacho de tarta al personal, hacer un trombo en mitad de la autopista... Parecen pensamientos absurdos, pero son intrusivos.
Los pensamientos intrusivos son ideas que aparecen de golpe, sin buscarlas. Pueden llegar a generar ansiedad, y se suelen incrementar en momentos de estrés o ansiedad. Sí, son como la pescadilla que se muerde la cola. Pero son algo habitual que le pasa a todo el mundo.
El cerebro está constantemente generando ideas y, de vez en cuando, alguna puede ser más perturbadora o extraña. El problema nace cuando son demasiado frecuentes y te impiden vivir el día a día. Hay una teoría que defiende que los pensamientos intrusivos funcionan como un lenguaje interno: quien más tiene, suele hablarse más a sí mismo.
Pero se quedan en meros pensamientos, porque hay algo que nos frena para no llevarlos a cabo. Unos investigadores pidieron a varios voluntarios que hiciesen un par de cosas: por un lado, que frenasen un movimiento y, por otro, que no pensasen en un recuerdo concreto. En ambos casos, se activaban las mismas zonas de la corteza prefrontal —que es la parte del cerebro que nos ayuda a tomar decisiones racionales y pensadas—.
En el experimento, ese freno prefrontal se conectaba con diferentes destinos: con la corteza motora —que ejecuta los movimientos— cuando había que parar una acción, y con el hipocampo —que se encarga de la memoria— cuando había que suprimir un pensamiento. Vamos, que no es lo mismo pensar que hacer. Nuestro cerebro puede pensar lo que quiera y frenar al cuerpo para que no realice el movimiento.
Cuando un pensamiento intrusivo nos agobia demasiado, hay cinco cosas que podemos hacer para pararlo. Para empezar, no hay que pelearse con los pensamientos: cuanto menos caso les hagamos, antes se irán. Si aún así no se van, desafía ese pensamiento intrusivo con una dosis de realidad: al pensar las consecuencias, seguro que se te quitan las ganas. Enfócate en el aquí y ahora, y recuerda que nunca está de más hacer ejercicio e ir a terapia.
Aunque cada vez se escucha más eso de "eres lo que piensas", los pensamientos intrusivos demuestran que lo que pensamos no define lo que somos. Los pensamientos no son órdenes, son como anuncios en la radio: suenan, llaman la atención, pero tú decides si cambias de emisora o si actúas en función de tus valores. No eres tus pensamientos, sino lo que eliges hacer con ellos.




