Telenofobia

Ya no se llama por teléfono. Ahora los jóvenes prefieren mandar cinco notas de voz de tres minutos, porque les da miedo llamar. Es tan común la ansiedad que le produce a mucha gente la simple idea de tener que responder a una llamada, que se ha acuñado un término: telenofobia. No es timidez, es un malestar real.

Según los estudios, más de la mitad de los jóvenes sienten nervios o ansiedad al tener que llamar a alguien que no conocen. Y casi el 60% de la Generación Z reconoce que directamente evita hacer llamadas siempre que puede.

Poco a poco nos hemos ido acostumbrando a comunicarnos por escrito a través de mensajes por chats y redes sociales, donde tenemos más control sobre lo que decimos y cómo lo decimos. Pero, cuando llamamos, la conversación ocurre en directo: el tiempo de respuesta es menor, no hay tiempo para pensar, no ves la cara del otro y no puedes editar lo que has dicho. Para un cerebro acostumbrado a tenerlo todo bajo control, eso es terreno desconocido.

Los psicólogos lo encuadran dentro de la ansiedad social: miedo a quedar mal, a no saber qué decir o a ser juzgado. Pero también hay factores culturales y tecnológicos. Vivimos en una época donde el contacto directo se ha reducido mucho —y más desde la pandemia con el teletrabajo— y, al parecer, cuanto más escribimos, menos hablamos.

No es que la gente no quiera comunicarse, es que prefiere hacerlo de otra forma. Casi ocho de cada diez jóvenes dicen preferir hacer una videollamada antes que una llamada de voz. Las videollamadas nos devuelven la información visual con gestos, sonrisas… Se parece más a lo que están acostumbrados en redes sociales.

Llamar por teléfono nos enfrenta a algo que hemos perdido: la improvisación. Y aunque parezca un problema menor, la telenofobia puede causar males mayores. Hay gente que evita llamar al médico, concertar citas o incluso atender una llamada importante por trabajo. Y eso, claro, genera más ansiedad todavía.

En contextos laborales, se ha visto que muchos jóvenes prefieren escribir un correo o mensaje antes que hacer una llamada rápida. Y las empresas empiezan a notarlo. Algunos reclutadores ya hablan de una "brecha comunicativa generacional": los mayores dominan el teléfono; los más jóvenes, la escritura.