Así se defiende el vino español del cambio climático: "Hay que volver a lo tradicional, aunque sea difícil"

Elciego (Álava)

En la Rioja Alavesa, entre viñedos que están a punto de vendimiarse, Luis Hurtado de Amézaga observa las uvas de Cabernet Sauvignon. “Está en plena maduración, porque es una variedad tardía”, explica el director técnico de las bodegas Marqués de Riscal. Esta variedad, como muchas otras, ha tenido que adaptarse a un entorno cada vez más hostil.

El cambio climático está transformando el vino español. Las vendimias se adelantan, las uvas concentran más azúcar y los vinos resultan más alcohólicos. “Lo estábamos viendo con las fechas de vendimia que cada vez se estaban adelantando más… Si hay mayor concentración de azúcar, los vinos van a ser más alcohólicos, porque el azúcar se convierte en alcohol durante la fermentación”, dice Hurtado de Amézaga.

Pero no es solo una cuestión de sabor. Las altas temperaturas, que obligan a las plantas a cerrar sus estomas (los "agujeritos" por los que respiran) para no perder agua, pueden llegar a matarlas. “Cuando la atmósfera supera los 34 o 35 grados, la planta se cierra para resistir la ola de calor… Si se mantiene mucho tiempo, puede morir”, advierte el enólogo.

Un sector en transformación

Según un informe de BBVA Research, el sector vitivinícola español está sufriendo las consecuencias del cambio climático. “Lo que nos dicen nuestros clientes es que está cambiando el sabor, la calidad… y eso puede afectar a la demanda”, explica Ángel Jiménez, responsable de sostenibilidad de la entidad.

Además del calor, el sector se enfrenta a fenómenos extremos como sequías, heladas, granizadas e inundaciones. “Si lo unes con el estrés hídrico, la degradación del suelo o los incendios forestales, el impacto es enorme”, añade Jiménez.

Ante este panorama, muchas bodegas han comenzado a cambiar sus métodos de producción. Algunas mezclan uvas de distinta maduración, otras buscan zonas más frescas o variedades más resistentes. En Marqués de Riscal, la clave está en el suelo.

Suelo vivo, fruta feliz

“La base es recuperar la vida del suelo. Suelo vivo, planta feliz, fruta sabrosa”, resume Hurtado de Amézaga. Bajo las vides de Riscal hay hierba, flores, hojas: un ecosistema que enriquece el terreno, mejora su estructura y limita la erosión. “Cuando llueve, el suelo absorbe más agua porque tiene más materia orgánica”, añade.

Este tipo de agricultura también ayuda a reducir la temperatura del suelo. “Puede haber hasta 15 grados de diferencia entre un suelo desnudo y uno con cubierta vegetal”, explica el enólogo.

Otro cambio importante es la reducción del uso de pesticidas. Para lograrlo, se fomenta la biodiversidad: “Tenemos robles, pinos, encinas, matorral, plantas aromáticas… Todo eso atrae depredadores naturales que controlan los insectos”, dice Hurtado de Amézaga.

También se cuida la exposición solar. Las nuevas plantaciones se orientan para evitar el sol de la tarde y se dejan más hojas en los racimos para que hagan sombra. “Ya no se despunta tanto. Necesitamos que la vegetación proteja los racimos”, añade.

Un modelo más caro, pero necesario

Este modelo regenerativo tiene un coste elevado. “Nos hemos acostumbrado a una agricultura convencional, muy extractiva y de altas producciones. Volver a lo tradicional implica menos producción y años de transición difíciles”, reconoce Hurtado de Amézaga. Las bodegas con pulmón financiero pueden asumirlo, pero los pequeños agricultores necesitan apoyo.

El sector del vino representa el 2% del PIB español y da trabajo a más de 360.000 personas, especialmente en zonas rurales. Los pueblos con viñas mantienen un 53% más de población que los que no las tienen. Muchos agricultores no tienen el respaldo económico de las grandes bodegas, pero sí o sí van a tener que adaptarse para sobrevivir.