Mercedes Pinto, la mujer que hubiera necesitado España
Entre el exilio, la palabra y la resistencia: el legado de una intelectual adelantada a su tiempo
El viaje de ida | Mercedes Pinto, la mujer que hubiera necesitado España
Parece imposible imaginar que en 1923, en medio de una dictadura, en una España católica y con miembros de la Casa Real entre el público, una mujer fuera capaz de dar una conferencia para hablar del divorcio. Pero así fue. Mercedes Pinto (Tenerife, 1889) nunca tuvo miedo de defender sus ideas, aunque eso la llevara fuera de España.
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La heredera de las letras
Fue una de las grandes activistas feministas de la Edad de Plata española, una gran poeta, novelista y dramaturga, conferenciante, radiofonista, tertuliana, pedagoga y agente cultural. Ya de pequeña demostró que era un prodigio, llegando a publicar un poemario con solo 14 años. Creció entre letras, en una “casa de mujeres, matriarcal”, como la define su nieta Alejandra Rojo.
El experto en la Edad de Plata y editor de su poemario Cantos de muchos puertos, Fran Garcerá, cuenta que Mercedes “se va a nutrir de todas las redes intelectuales y culturales” de la familia, y que quienes conocieron a su padre (un famoso escritor canario, Francisco María Pinto) la llamaban “la heredera de las letras”.
Según cuenta la propia Mercedes en sus memorias, su familia la llamaba la anarquista. Garcerá explica que esto se debe a que Pinto “no solamente tenía una potencia literaria, sino que además tenía unas ideas completamente avanzadas a su momento y a su edad”.
El antes y el después
Mercedes se casa con Juan de Foronda muy joven. Esto será “el motivo central de toda su producción intelectual”, sentencia Alicia Llarena, la biógrafa que ha redescubierto a Mercedes. “Se casa inocente, ingenua de todo aquello, y la primera noche de bodas empieza su particular infierno”, recuerda Llarena.
Fue la necesidad de proteger a sus hijos lo que hizo que ella diera un paso al frente. Garcerá explica que Juan de Foronda fue diagnosticado con paranoia celotípica y que “en 1919 Mercedes logró desplazarse con él hasta Ciempozuelos para que ingresara en un centro sociosanitario”. Llarena cuenta que, en la capital, “empieza a relacionarse con la intelectualidad madrileña, que no solo le busca trabajo, sino que la protege del marido, que con ayuda de su familia consigue salir del psiquiátrico”.
Alejandra Rojo explica que Juan de Foronda “era un tipo muy inteligente” y capaz de convencer “a todo el mundo de que ella no era suficientemente cariñosa”. Fue entonces cuando Mercedes tuvo que tomar la decisión y, cuenta Rojo, “coger a sus hijos y decir: o los niños y yo, o él”.
Madrid, el primer exilio
Lejos de su casa, con su todavía marido ingresado en un psiquiátrico, sola en una gran ciudad, Mercedes Pinto comienza a relacionarse con intelectuales como Carmen de Burgos Colombine, Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno.
Llarena explica que Mercedes iba “huyendo de pensión en pensión para no ser localizada” y que entonces toda esta red de intelectuales de la que se rodeó “la apoya y le busca trabajo como columnista en algún periódico de Barcelona o de Madrid”.
Su nieta recuerda que Mercedes “sigue tratando de tener una protección legal”. Quiere separarse de su marido, y es buscando ayuda jurídica que conoce al abogado Rubén Rojo. Ahí surge el amor. “El primer marido tenía 14 años más que ella y el segundo, 14 menos”, bromea Llarena. Ella se queda embarazada de su primer hijo con Rubén Rojo. “Imagínate la situación: bígama y adúltera, impresionante para la España de aquella época”, remarca Llarena.
El divorcio como medida higiénica
En este contexto, su amiga Carmen Burgos Colombine, que tenía que dar una conferencia en la Universidad Central, enferma y le pide a ella que la sustituya. Y ni corta ni perezosa, en plena dictadura de Primo de Rivera, en una España católica y con miembros de la Casa Real entre el público, Mercedes decide hablar del divorcio.
“Ustedes piden pruebas, pruebas del maltrato, pero ustedes comprenderán que muchas veces ese maltrato se da en la intimidad y es imposible que podamos traer pruebas de algo que sucede en la intimidad”, decía la propia Mercedes en dicha conferencia.
“Yo sé que muchas mujeres sentirán al oírme la impresión de que soy una librepensadora a la moderna. Yo puedo declarar sencillamente que soy cristiana y que el hogar y la familia son los tesoros que enajenan mi espíritu, ¡pero no un hogar a la fuerza, ni una familia creada en medio del terror!”, concluía.
El general Primo de Rivera la citó al día siguiente en su despacho y Mercedes no se retractó. Le llegan rumores y amenazas de que sería deportada a Fernando Poo, pero ella se mueve antes. Le recomiendan como destino Uruguay, un país muy avanzado en aquella época. Llarena cuenta que antes “tiene que solucionar su situación matrimonial para poder salir de España con sus tres hijos, ya que entonces necesitaba el permiso de su marido”. Garcerá explica que Mercedes Pinto y Rubén Rojo se casaron “en un pueblo de la frontera con Francia, cometiendo un delito de bigamia”. Es de esta forma que consigue abandonar España hacia Portugal.
Montevideo y la explosión de la producción intelectual
Mercedes Pinto, casada y feliz, llega a Lisboa con su marido y sus cuatro hijos —tres del primer matrimonio y Rubén del segundo— para embarcar con destino a Montevideo.
El hijo mayor de Mercedes Pinto, “con quien ella tenía una afinidad preciosa”, apunta Llarena, nace otro en el barco. “Esta es una constante en la vida de Mercedes Pinto: la sucesión de dramas con situaciones de felicidad”, señala Llarena. A mediados de los años 20 llega con su familia a un país entonces muy moderno: Uruguay. Allí es libre por primera vez y demuestra hasta dónde puede llegar.
Empieza a trabajar en los diarios de Uruguay como articulista, se convierte en oradora y el gobierno uruguayo la contrata para dar conferencias. Publica su segundo libro de poemas y su novela Él. Estrena también en el Teatro Solís su obra Un señor cualquiera, crea una compañía de teatro, y lo que la hace más famosa —aunque ya lo era entonces— es la creación de la Casa del Estudiante. Rojo recuerda que el patio de su abuela se convertía todos los sábados en una gran reunión cultural donde incluso faltaban sillas.
También tuvo un programa de radio, una especie de consultorio espiritual donde Mercedes se hacía llamar “Sor Suplicio”, y que, gracias al documental sobre ella del director David Baute, sabemos que siempre despedía de la misma forma: “Para todos, mimos, caricias, halagos y ternura”.
Lo último que hace Mercedes Pinto en Uruguay es fundar la Compañía de Arte Moderno Mercedes Pinto, y con ella empieza una gira por toda Sudamérica. A principios de los años 30 abandona Montevideo. Y la ciudad la despide en el puerto.
Un faro en cada país
Viajaban “en barco con baúles, el mono de mi tío, una monja”, menciona Rojo. Investigando sobre su abuela, Rojo encontró un pequeño libro “de no sé qué lugar del mundo” con todas las conferencias que daba en un día Mercedes. “Alucinas”, así lo describe ella. “Cada conferencia era de diferente tema y en diferente lugar: podía ser en la universidad o en la iglesia de un pueblo”, recuerda Rojo.
La nieta explica que, cuando vio el volumen de trabajo de su abuela, se echó a reír. “Cómo se puede tener la capacidad de dar todas estas conferencias y hablar a cada uno para llevarles a donde ella les quería llevar”, admiraba Rojo.
En Chile vive durante unos años, publica su novela Ella, trabaja para el gobierno como oradora y conoce a Pablo Neruda, quien le dedica unos versos que ahora forman el epitafio de la tumba de Mercedes en México:
“Mercedes Pinto vive en el viento de la tempestad,con el corazón frente al aire,con la frente y las manos frente al aire,enérgicamente sola, urgentemente viva.”
En 1935 decide ir primero a Cuba, país con el que siempre soñó. Estalló la Guerra Civil en España y tuvo que quedarse allí. Su hija Pituka se hace una gran actriz; sus hijos Rubén y Gustavo también optan por ese camino. Y ella, además de seguir activa intelectualmente, se dedica a ayudar a quienes huyen del fascismo y el nazismo en Europa.
“Uno de los grandes hitos en Cuba fue conseguir que 930 refugiados judíos del fascismo nazi pudiesen desembarcar en la isla”, subraya Garcerá. “Salían del Holocausto, ningún puerto los quería admitir, y ella, con sus relaciones políticas, consigue que ese barco pueda entrar”, añade Rojo. Garcerá cuenta que entonces, como muestra de agradecimiento a Mercedes, “Israel le dedicó un bosque con más de 2.000 árboles en su país”.
En Cuba está hasta 1943. Su hija Pituka se había ido antes a México, donde triunfa en el cine. Ella se va con ella cuando muere su marido en Cuba, el amor de su vida, Rubén Rojo. “El gran héroe escondido detrás de todo esto fue mi abuelo. Irse con una mujer mucho mayor, con hijos, a semejante aventura, desheredado… imagínate el escándalo; se arriesga a ir con ella a pesar de todo, por encima de todo”, confiesa Rojo.
El regreso y el legado
Llega con 70 años a México. A partir de entonces, se dedica más a seguir la vida de sus hijos actores, que eran muy populares. También se relaciona con toda la intelectualidad. Luis Buñuel lleva su novela Él al cine. En México incluso se hace tertuliana de televisión.
“Sabía escuchar, era muy dulce, nos reíamos mucho, le encantaban las historias que contaban los jóvenes”, recuerda su nieta. Rojo cuenta que nunca escuchó de su abuela un mal tono: “Nunca la oí quejarse ni hablar del pasado, porque era el día a día lo que importaba”.
Vino a España con sus hijos Rubén y Gustavo Rojo. Incluso se alquilaron un piso en Madrid que sirvió a Mercedes para relacionarse con muchos intelectuales españoles. Se reconcilió con España. Y a Canarias, aunque terminó visitándola también, le costó más. El escritor Juancho Armas Marcelo, familiar suyo, ha escrito mucho sobre la vida de Mercedes Pinto. Armas Marcelo confiesa que en casa escuchó hablar de ella “con sigilo y con murmullos, porque había escogido un camino que no era exactamente el que los Armas querían dentro de su mentalidad tan conservadora”.
La última noche de su vida
Mercedes Pinto muere a los 93 años en México, donde en su tumba se pueden leer los versos que le dedicó Pablo Neruda. Pero trabajó hasta el último día. Rojo cuenta que acababa de volver de Cuba porque el gobierno cubano la había invitado a dar unas conferencias allí. “Todavía enferma me decía: vamos a salir, vamos al teatro”, recuerda su nieta.
Fue adelantadísima a su tiempo. Garcerá lo explica: “Lo que hizo al marcharse fue dejarnos huérfanos, porque nos hubiésemos nutrido tanto de sus ideas, y hubiésemos avanzado tanto”.
El mensaje de Mercedes ha trascendido con los años. “El mensaje de la defensa de los derechos de la mujer, de la violencia machista, de los derechos de los niños… tantos mensajes que pudo lanzar en su época y que, 100 años después, son totalmente actualizables”, sentencia Baute.
No sabrán de ella, pero se llama Mercedes Pinto: gran poeta y novelista, activista cultural y pionera del feminismo, recuperada gracias al esfuerzo de la filóloga Alicia Llarena. Hasta aquí una vida. Se cierra el telón.