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Natalia Drago, cantautora: "Con las drogas no se juega, como tampoco se juega con el amor ni con las cosas que tienen poder sobre uno"

La vocalista de Srta. Trueno Negro presenta su nuevo álbum, 'El Sonido de la Felicidad', un disco que invita a reflexionar sobre lo que nos cura

Natalia Drago, cantautora:  "Con las drogas no se juega, como tampoco se juega con el amor ni con las cosas que tienen poder sobre uno"

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Madrid

Las canciones de Srta. Trueno Negro están lejos del fatalismo sensacionalista o de una vanguardia licenciosa, vacua y autocomplaciente. Así que, si escuchan su nuevo disco, El Sonido de la Felicidad, y sienten un escalofrío —de los de verdad, los que te dejan tiritando en la frontera entre morirse de amor o morirse a secas— no se asusten. Es normal cuando uno se pasea por el museo de batallas libradas —y más importante— perdidas de Natalia Drago. "No enfermarse nunca. Perder todas las batallas. Fumar con los ojos entornados y recitar bardos provenzales en el solitario ir y venir de las fronteras". Lo escribió Roberto Bolaño pero también podría ser de Drago. Natalia dice: "Voy a estar despierta en lo que amo hasta el punto del terror". Y sigue Bolaño: "Esto puede ser la derrota, pero también el mar y las tabernas. El signo que equilibra tu inmadurez premeditada y las alegorías. Ser uno y débil y moverse".

Natalia Drago tiene unos penetrantes ojos negros, es tímida, delgada y enérgica. Siempre lleva consigo unos cascos de diadema y gafas oscuras. "Ahora me ves, ahora no", canta en Ilusionismo. Ser uno y débil y moverse. La veo por primera vez en Antón Martín (Madrid), donde hemos quedado para la entrevista por su nuevo álbum. Es su cumpleaños, que el azar ha querido hacer coincidir con el día del lanzamiento del disco. La felicito doblemente. Nos acercamos a un bar, enciendo la grabadora y con su voz raída y dulce comienza a contarme la historia del disco.

15 de marzo de 2020. Drago está en España de gira con su banda y se queda atrapada en Barcelona por la pandemia. Sus compañeros deciden volver a Argentina. Ella no. Está cansada de su vida al otro lado del Atlántico. Es la oportunidad perfecta para un cambio radical. Mueve hilos y queda con J. de Los Planetas, con el que ya había coincidido en alguna gira. Se ven en Granada. La primera noche la pasan hablando, bebiendo y tocando. En ese momento la vida de Drago da un vuelco. J. la acoge en su casa, donde pasará toda la pandemia. "El confinamiento fue uno de los momentos más felices de mi vida. Me pasaba el día tocando, componiendo y luego tenía charlas larguísimas con J., del que he aprendido muchísimo", cuenta Drago.

Ya instalada en Granada fue conociendo a otros artistas del ámbito musical. Entre ellos a Antonio Luque, conocido como Sr. Chinarro. Fue él, precisamente, quien le propuso la grabación del disco. "¿Tienes algo?", le preguntó. Y ahí empezó a tejerse El Sonido de la Felicidad, que ha producido Sr. Chinarro.

A Natalia Drago le pilló en pleno desamor —un buen momento— y este es el resultado. Un álbum que nace de la herida más profunda y que es de una lucidez que asusta.

El Sonido de la Felicidad transita por la soledad, el dolor y la desolación hasta llegar a la irreductibilidad, a la apuesta total, en la última canción, El Pueblo Más Grande: "Es una nueva era pero llego tarde. Estoy despierta en lo que amo hasta el punto del terror".

El disco abre con la canción La Cura. Donde se lanza una pregunta que recorre todo el disco: ¿Qué es lo que nos cura?, o más bien, ¿dónde se hallará ese ansiado sonido de la felicidad? "La cura es la búsqueda de la cura, no hay más", dice Natalia, "el día que dejes de buscar estás muerto".

El truco es no bajar nunca los brazos y seguir alzado contra unos convencionalismos sociales cada vez más banales, más crueles, pero que —si te enfrentas a ellos— pueden condenarte al ostracismo. Drago lo admite: "Quizás el precio a pagar sea el dolor". Y no es nuevo. Ya lo cantaba Leonard Cohen hacia los 90' en First We Take Manhattan: "Me condenaron a 20 años de aburrimiento por intentar cambiar el sistema", pero sigue el bardo canadiense, "ahora estoy de vuelta; primero tomaremos Manhattan, luego Berlín".

Natalia Drago ha decidido tomar el camino del poeta, doblar la apuesta, hablar fuera de las lógicas mercantiles —esas que lo vertebran todo en nuestra contemporaneidad— y cantar desde su verdad íntima. "Lo que no te cura es utilizar a la humanidad como medio y no como fin en sí mismo. Y utilizar a la humanidad como medio es utilizar las drogas banalmente o a las personas para llegar a algo. Eso no te cura".

Y añade: "No me creo diferente a ningún ser humano, ni siquiera a los más crueles" y cita a uno de sus poetas de cabecera, Almafuerte: "Todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de su muerte". Se aferra a ese príncipe de los miserables que encarnaba Orson Welles en Ciudadano Kane, el que consagró toda su vida a utilizar a la humanidad como medio para construir su imperio de dinero, sexo y poder. Porque a su muerte, tras una vida labrada a construir el triste mundo de hoy, solo le quedó una palabra entre los labios: rosebud. El nombre del trineo con el que jugaba en su infancia; el nombre de la verdad íntima.

Fuera hace frío, mucho frío. Basta con escuchar las canciones Fusilada, Cositas o El Backstage de la Zapatería para darse cuenta. El propio J. le advierte de los riesgos de ese vivir en los extremos, con esa irreductibilidad que transmite en sus canciones. 'Igual J. tiene razón en lo que me dice y me va a jugar una mala pasada, pero en mi cabeza digo: "Prefiero arriesgarlo todo y morir por una buena causa"'.

Auxilio Lacouture: "¿Qué te parece si nos vamos yendo de este lugar tan gélido?, decía la voz. Me parece estupendo, decía yo, pero no sé cómo lo vamos a conseguir. Hay que ser alpinista para salir de aquí sin romperse la crisma". Un disco para alpinistas de todos los niveles. Para los que han tenido el valor de mirar a la muerte a los ojos y ahora han emprendido la huida. Y ahí están, entre las sombras, viendo —como Natalia— la oportunidad para arrebatar algo de luz al sol.

 

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