Nazareth Castellanos: “Los traumas pueden heredarse durante generaciones si no se interviene”
La neurocientífica explica que las experiencias traumáticas dejan una huella biológica que puede transmitirse

Nazareth Castellanos: “El trauma puede heredarse durante generaciones si no se interviene”
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Madrid
La física y neurocientífica Nazareth Castellanos, directora de la Fundación Hygeia Biomedicina, lleva años investigando cómo las emociones y las experiencias dejan una marca en el cuerpo. En esta ocasión, pone sobre la mesa en La Ventana un asunto tan inquietante como esperanzador: la transmisión epigenética del trauma, es decir, la posibilidad de que los efectos de una vivencia traumática se hereden biológicamente de una generación a otra.
El trauma, una huella que trasciende la memoria
Castellanos explica que la epigenética estudia los cambios en la expresión de los genes que ocurren sin modificar la secuencia del ADN, pero que pueden ser heredables. "La epigenética no cambia las letras del ADN, pero sí los signos de puntuación. Si nuestro ADN dice ‘No quiero verte’, la epigenética puede convertirlo en ‘No, quiero verte’, cambiando completamente el sentido". Esos pequeños "puntos y comas", añade, son las experiencias, el estilo de vida o las emociones que atraviesan nuestro cuerpo.
La neurocientífica recuerda en La Ventana que más del 70% de la población experimentará a lo largo de su vida un suceso potencialmente traumático, aunque solo un 5% buscará ayuda profesional. Esas vivencias pueden ser individuales: una pérdida, una agresión, un accidente. O colectivas, como guerras o catástrofes naturales. Y todas dejan una huella que puede manifestarse en la salud mental y física.
"Catástrofes como la DANA o los conflictos armados dejan marcas que no se borran del todo", apunta. "El cerebro y el cuerpo registran esas experiencias y, en algunos casos, las transmiten".
La herencia biológica del dolor y de la fortaleza
Castellanos destaca que la llamada transmisión transgeneracional del trauma (TTT) se define como la herencia biológica que una persona traumatizada puede legar a sus descendientes. "Se ha observado en estudios con animales y también en humanos", explica. "Los hijos y nietos de personas sometidas a situaciones extremas presentan alteraciones epigenéticas que modifican la expresión de ciertos genes".
Cita, entre otros, los trabajos del profesor Yael Danieli, que estudia el legado multigeneracional de traumas como el Holocausto, los genocidios o la esclavitud. "Los descendientes de víctimas del Holocausto muestran una alteración epigenética que hace que liberen más cortisol, la hormona del estrés", señala Castellanos. "Eso significa que el trauma de los abuelos puede seguir actuando en los nietos".
Pero junto a la herencia del sufrimiento, también existe la herencia de la resiliencia. La investigadora recuerda un experimento con ratas expuestas a un agresor: algunas se esconden y desarrollan trauma, otras se enfrentan y salen fortalecidas. "Se observó que las que se defendieron tenían cerebros más sanos. En humanos también se ha visto que hay personas que mejoran tras la adversidad. Esa capacidad también se hereda", explica.
La epigenética no es un destino
Castellanos insiste en que la buena noticia es que la epigenética no es un destino inmutable. "Puede durar más de cuatro generaciones, pero si se interviene, con terapia o con una mejora en las condiciones de vida, esa transmisión se acorta", asegura.
La revista Lancet Psychiatry publicó en 2021 un modelo que respalda esta idea: un entorno protector puede contrarrestar las modificaciones epigenéticas negativas e incluso generar cambios beneficiosos. "La resistencia a la tempestad también se hereda", afirma.
Además de la terapia psicológica, el estilo de vida desempeña un papel fundamental. "El ejercicio físico, la dieta o la estimulación cognitiva favorecen una epigenética positiva", explica. "Se han observado cambios del ADN de genes relacionados con el estrés en pacientes que han recibido tratamientos psicológicos".
Cambiar lo que se hereda
Para Castellanos, comprender estos mecanismos tiene un valor profundamente humano. "Lo que más me impactó fue pensar qué puedo hacer yo hoy para transmitir a mis nietos un legado distinto. Si el trauma se puede heredar, también podemos heredar fortaleza. Lo que hagamos con lo que nos ha pasado puede transformar nuestra biología y la de quienes vengan después".
La neurocientífica concluye con una llamada a la acción: "No basta con sobrevivir al trauma, hay que trabajarlo. Porque solo el 5% busca ayuda, y sin intervención el dolor se transmite. La ciencia nos demuestra que sanar también es una forma de cuidar a las generaciones futuras".




