Sangre y fuego en Sudán
Al Fasher ha caído tras más de 500 días en medio del fuego cruzado de los paramilitares y el ejército sudanés en el que es uno de los capítulos más negros de la guerra en el país africano

Al Fasher acaba de ser tomada por los paramilitares después de más de 500 días bajo asedio. “Nadie está a salvo en esta ciudad”, decían esta semana en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Asesinatos en masa, violaciones sistemáticas de mujeres y niñas, reclutamiento de niños para que se maten entre sí, o también el hambre como arma de guerra son algunas de las atrocidades que sufre la población de esta ciudad sudanesa.
El de Sudán es el conflicto armado que más desplazados ha provocado en todo el mundo. Una guerra interminable que lleva años sacudiendo África y que ahora está escribiendo uno de sus capítulos más sangrientos. En un hospital a 60 kilómetros de Al Fasher, Médicos Sin Fronteras atiende a los desplazados. Sus equipos han llegado a recibir en una sola noche a mil personas llegadas en varios camiones.
“Lo que vemos es catastrófico”, cuenta la portavoz de la organización, Myriam Laroussi. De las 400 personas que ingresaron como pacientes, “todos los niños menores de cinco años padecían desnutrición aguda. Hemos encontrado a mujeres embarazadas muy débiles y decenas de personas heridas por disparo como consecuencia de actos de violencia al salir de Al Fasher”. Aquella noche tuvieron que practicar una veintena de cirugías urgentes para salvarles la vida.
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Laroussi asegura que desde agosto del año pasado no tienen presencia dentro de Al Fasher porque no pueden asegurar la seguridad de sus equipos. En los más de 500 días que ha durado el asedio, no ha entrado ayuda humanitaria en una ciudad donde el nivel de desnutrición ya era muy elevado. “La gente sobrevivía con comiendo forraje y comida para animales”, relata.
Los desplazados llegan “muy tocados” a nivel de salud mental, asegura la trabajadora humanitaria. “Ni siquiera llegan como supervivientes. No saben si están vivos o no”. Durante el asedio, pero también en su huida de la ciudad, han perdido a familiares y amigos. Y cuando han logrado salir, se han encontrado con un apoyo humanitario insuficiente. “Les falta todo, les falta agua, comida, un sitio para dormir y a día de hoy la respuesta es muy baja”, reconoce Laroussi. El hospital en el que les reciben está desbordado, con el quirófano funcionando día y noche. Todo con el miedo a que los paramilitares sigan avanzando y alcancen la zona en la que se encuentran.
La crisis humanitaria más olvidada del planeta
“Estamos ante uno de los capítulos más negros de la guerra de Sudán”, alerta el periodista experto en África Xavier Aldekoa. Un país que ya sufría la mayor emergencia humanitaria con 14 millones de desplazados y en el que destaca “el descomunal grado de saña y violencia transmitida por los propios asesinos que han grabado vídeos y los han colgado en las redes”. En ellos se ven mujeres ahorcadas o gente metida bajo ruedas de camiones. “Asesinatos a sangre fría masivos”.
Esta violencia no es nueva para el periodista, que recuerda las atrocidades que se vivieron en Darfur el año pasado, pero es una “carnicería”, dice, con “un nivel de impunidad que hiela la sangre”. Y sin embargo este grupo paramilitar de las fuerzas de apoyo rápido intenta dar una buena imagen ofreciendo dulces a los niños y con la detención de uno de sus asesinos más reconocibles, haciendo creer que son algunas ovejas negras dentro del grupo los que cometen esas atrocidades. “Intentan esconder un patrón que existe desde hace años”, explica Aldekoa. Pero el grupo “tiene unos apoyos internacionales muy fuertes, empezando por Emiratos”.
Sudán tiene casi 47 millones de habitantes y hay 30 millones y medio de personas que necesitan algún tipo de asistencia para sobrevivir. Al menos 4,7 millones de niños necesitan comida. La Oficina de Coordinación Humanitaria de Naciones Unidas contabiliza en casi 12 millones de personas las que necesitan alimentos de ayuda externa porque ya no pueden cultivar por el desplazamiento. Sudán tiene más del doble de víctimas de desplazamiento forzoso que Ucrania. Y, sin embargo, el país sufre la crisis humanitaria más olvidada del mundo, destaca el periodista de la SER Nicolás Castellano.
En este último año y medio la población ha sufrido un “sitio inhumano”, en palabras de Aldekoa. “Estaban intentando matar de hambre a la gente. No dejaban salir a nadie, a quien salía lo mataban, y no dejaban entrar alimentos”, subraya. Y culpa en parte a las fuerzas del ejército por “salir en desbandada, de manera irresponsable” y dejar a merced de la barbarie a la población. “Han ido puerta por puerta en la ciudad a ejecutar a enfermos en los hospitales, y luego han salido con los con los coches a cazar en espacios abiertos a los civiles que huían. Hablamos de niños, ancianos, mujeres”, cuenta Aldekoa.
Detrás de estos ataques hay un odio étnico, explica el periodista. “Estas etnias árabes atacan a etnias no árabes y negras”. Y tras ese odio hay una lucha por el poder y los recursos.
Sudán es además uno de los principales tableros de ajedrez de los intereses internacionales. “La guerra de Sudán no se puede explicar sin el oro. Estamos hablando de las terceras reservas de oro más grandes de África”, explica Aldekoa. Y el país ha multiplicado su producción de oro desde que entró en guerra en 2023. Emiratos Árabes Unidos es uno de los principales interesados en influir en Sudán porque está detrás del comercio clandestino de ese oro, que le llega a través de Chad, Libia, Sudán del Sur, o incluso Kenia, y a cambio, envía armamento.
Pero hay otros países interesados, como Rusia. Moscú “juega a dos bandas”, según Aldekoa, porque “le interesa estar a buenas con el Gobierno de Jartum porque quiere el paso al Mar Rojo por Sudán”. También Arabia Saudí y Turquía están en ese bando. A todos les interesan los recursos de Sudán, no solo en oro, también en litio, petróleo y su gran extensión de tierra fértil.




