"Tendremos que dejarnos la piel para defendernos de los que han normalizado la mentira": la firma de Àngels Barceló tras la condena al fiscal general

Madrid

Ayer conocimos la sentencia que condena al fiscal general del estado por un delito de revelación de secretos. Una sentencia emitida en tiempo exprés un 20-N, día de la conmemoración del 50 aniversario de la muerte del dictador.

Es una sentencia tan histórica, nunca antes se había condenado a un fiscal del estado, como sorprendente. Se le condena sin que en el juicio se haya evidenciado ninguna prueba que sustente que fue el fiscal quien filtró el famoso correo. Así que habrá que esperar a conocer el contenido para intentar entender lo que ha pasado.

Porque ahora mismo la sensación es que ha triunfado la mentira. Hubo quien mintió en relación con el caso de los delitos fiscales reconocidos por la pareja de Isabel Díaz Ayuso y hubo quien intentó desmontar la mentira contando la verdad. Y ha ganado la mentira, reconocida en sede judicial, ante los magistrados. Dijo Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta madrileña, que él puede mentir, porque no es notario, solo un periodista que hace labores políticas.

Y tan convincente debió ser en su argumento que los señores magistrados que han condenado al fiscal debieron concluir que eso es lo que los periodistas hacemos a diario, mentir. Habrá quien lo haga, pero no es el caso de ninguno de los compañeros que testificaron en el juicio, porque ellos sí hicieron bien su trabajo. Investigar e investigar hasta conseguir desmontar una mentira que Miguel Ángel Rodríguez coló donde él ya sabía que iba a colar.

Es descorazonador para el oficio que aquellos que hacen bien su trabajo, respetando los principios de esta profesión y luchando por el derecho democrático de los ciudadanos a ser informados con veracidad, no encuentren en la justicia el acompañamiento indispensable en un Estado de derecho.

Leía el otro día a alguien que dignifica esta profesión como pocos, leía a Soledad Gallego Díaz, que escribía que el proceso contra el fiscal general del Estado era también un proceso contra el ejercicio de la profesión, y hemos sido condenados.

Veremos cómo se argumenta en la sentencia el menosprecio a la verdad de los periodistas que declararon que no fue el fiscal quien les filtró el correo. Ya lo habían hecho en la fase de instrucción y el juez les ignoró. Pero el daño ya está hecho. Tendremos que dejarnos la piel para defendernos de los que han normalizado la mentira con ayuda de algunas instituciones políticas y de un sector de la judicatura.

Quien mintió y fue el origen de todo este caso, está celebrando hoy la sentencia. Se legitima una forma de hacer política que socava los principios más básicos de la democracia.