El origen de la orden de Calatrava y como llegó a convertirse en uno de los mayores ejércitos europeos
En el siglo XII, la fortaleza de Calatrava la Vieja era un regalo envenenado. Ni los soldados castellanos ni los templarios lograron defenderla frente a los ataques musulmanes

El origen de la orden de Calatrava y como llegó a convertirse en uno de los mayores ejércitos europeos
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En 1157, tras la retirada templaria, el rey Sancho III ofreció la plaza a quien quisiera defenderla. Nadie aceptó. "Era un regalo trampa", explica el historiador Luis Chacón, autor del libro Bajo el campo de los mártires, en SER Historia. Entonces apareció Fray Raimundo de Fitero, abad del monasterio navarro de Fitero, con una propuesta insólita: "Nosotros la defenderemos".
Raimundo no solo reunió guerreros: llevó artesanos, agricultores y familias enteras. "Las crónicas hablan de hasta 20.000 personas", señala Chacón. Aquella colonización masiva disuadió a los almohades sin necesidad de alzar las armas.
De la oración a la espada
En 1158 nació la Orden de Calatrava, inspirada en la estructura templaria pero bajo la regla del Císter. "Copiaron a los templarios en la organización, no en la regla", apunta Chacón. Vestían hábito blanco y portaban una cruz negra griega —la roja y enrevesada llegaría siglos después—.
La vida combinaba espiritualidad y disciplina militar: "Los frailes se dedicaban a orar y al huerto, y el brazo armado entrenaba y vigilaba la frontera", describe el autor.
Un ejército europeo
El éxito atrajo privilegios. En 1164, el papa Alejandro III otorgó la bula Militia Dei, que convertía a la orden en milicia de Dios y la ponía bajo su autoridad directa. "Desde entonces dependían del Papa y del abad francés, no de los reyes cristianos", subraya Chacón. Aun así, la relación con la corona fue estrecha: los monarcas necesitaban su fuerza para avanzar en la Reconquista y les concedieron tierras y castillos.
Con el tiempo, la Orden de Calatrava se expandió por toda la península y llegó a ser uno de los ejércitos más poderosos de Europa, con miles de caballeros y recursos clave como las minas de Almadén. Su modelo inspiró otras órdenes hispánicas, como Alcántara y Montesa.
Un legado vivo
Hoy la orden sigue existiendo como institución honorífica, con sede en Madrid, y mantiene viva la memoria de una época en la que la fe y la espada caminaban juntas.
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