La verdad detrás del primer gran asesino en serie del Imperio romano: escondía un mal todavía mayor
El arqueólogo y autor del libro 'Roma sangrienta', Pedro Huertas, ha contado uno de los mayores bulos de la Antigua Roma

La verdad detrás del primer gran asesino en serie del Imperio romano: escondía un mal todavía mayor
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Madrid
El Imperio Romano ha sido pionero en muchos aspectos. Desde la cultura al lenguaje, pasando por la gastronomía, los romanos han incidido en prácticamente todas las áreas posibles, incluso en la de los asesinos en serie, aunque, en aquel momento, no eran realmente lo que parecía.
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En SER Historia, con Nacho Ares, ha estado el arqueólogo y autor de Roma sangrienta, Pedro Huertas, que ha explicado que, aunque no hubo constancia como tal de ningún asesino en serie, sí se utilizó por parte de un emperador un bulo basado en eso.
Huertas ha explicado que "hubo un par de historias" que se dejó fuera porque eran "supuestos asesinos en serie que realmente no existían". El autor ha relatado que, en época del emperador Cómodo, se decía que "había un asesino en serie o un complot de asesinos que mataban a gente en Roma echándole veneno a agujas de coser".
Lo cierto, explicaba el arqueólogo, es que durante los años 165 y 180 d.C. hubo una epidemia llamada la Peste Antonina que devastó al Imperio Romano y que se llevó la vida de aproximadamente cinco millones de personas, alrededor del 10 % de la población total del Imperio Romano.
Una pandemia en toda regla
Por ello, explicaba Huertas, se ideó esta teoría de la existencia de una red de asesinos en serie para paliar el tema de la epidemia, en la época más dura de esta, cuando, aseguraba el historiador romano Erodiano, morían más de 4.000 personas a la semana.
De hecho, Erodiano describió cómo la epidemia obligó al ejército romano a reclutar soldados entre esclavos y gladiadores, algo que nunca antes había sucedido, y también cómo cambió la vida de los romanos y sembró el miedo y la desesperación en la sociedad, lo que dio pie a la construcción del bulo de los asesinos en serie.
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En definitiva, la Peste Antonina, atribuida a la viruela o al sarampión, marcó un antes y un después en la historia del Imperio. Esta pandemia no solo redujo drásticamente la densidad de población, sino que también afectó a la economía, el comercio y la moral de la sociedad.
Las supersticiones se dispararon y los rumores sobre complots y venenos se convirtieron en una herramienta política para desviar la atención del desastre. En este sentido, Cómodo, conocido por su carácter excéntrico y violento, aprovechó el miedo de la sociedad para reforzar su poder, alimentando la idea de conspiraciones internas. Lo que además de poner situar asesinos en serie ya en la Antigua Roma demuestra cómo la desinformación ya era un arma poderosa en aquel momento.




