Ni opio, ni coñac: la técnica más extrema de los médicos para calmar a sus pacientes pasaba por meterles un puro por el recto
Se convirtió en un método rudimentario para dosificar la nicotina sin cocerla

Ni opio, ni coñac: la técnica más extrema de los médicos para calmar a sus pacientes pasaba por meterles un puro por el recto
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Madrid
Carlos López-Tapia ha vuelto una semana más al A Vivir de la Cadena SER para desmontar algunos de los grandes mitos que hemos acabado dando por ciertos por culpa del cine y la televisión. En esta ocasión se ha centrado en los cirujanos y en sus quirófanos. Un tema muy manido en la industria del séptimo arte, pero que, sin embargo, no siempre ha estado debidamente adaptado a la realidad. A lo largo de esta sección, se ha adentrado en el laboratorio del Frankenstein de Guillermo del Toro y también en el quirófano en el que se desarrolla la serie Anatomía de Grey.
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Pero no ha estado solo. Para ser todavía más preciso, el periodista ha estado acompañado del cirujano Julio Mayol, quien le ha desmontado algunos de los mitos más frecuentes al mismo tiempo que le ha contado historias fascinantes. Una de ellas ha tenido que ver con la forma en la que mitigaban el dolor cuando todavía no existía la anestesia moderna. Porque la anestesia moderna no nació hasta el año 1846, por lo que tenían que emplear otros métodos que a día de hoy nos parecían cuanto menos cuestionables.
Qué hacer cuando no funciona el 'reanimante empírico'
Después de explicar qué podíamos encontrarnos en quirófanos de los siglos XVIII y XIX, el periodista nos ha contado que en un lado de la mesa solían colocar un frasco con opio líquido y una botella de coñac a la que rebautizaron como 'reanimante empírico'. Pero con el paso del tiempo probaron una técnica todavía más extrema: "Entre los objetos que más nos sorprenderían nos encontramos un cigarro puro. En realidad, las grandes dosis de coñac y de opio no eran suficientes para amortiguar los sufrimientos de las intervenciones, pero es que además provocaban contracciones musculares espasmódicas defensivas por el dolor... y eso dificultaba mucho la intervención".

Por esa misma razón, comenzaron a tratar a los pacientes a base de nicotina: "Se sabía que la nicotina relajaba los músculos más que otras cosas y primero se usaron lavativas con una cocción de tabaco que se absorbía muy bien, pero era muy complicado controlar la proporción y hubo muertos por intoxicación". Por lo tanto, decidieron ir todavía más allá con una técnica mucho más controlada, pero que a día de hoy nos parecería impensable en el tratamiento de hernias: "Este método se sustituyó por la simple introducción de un cigarro de tabaco en el recto y, una vez que la nicotina hacía sus efectos, se retiraba el cigarro".
Una técnica que acabó en el olvido
Todo ello con el objetivo de calmar el dolor del paciente y que pudiera hacer frente a la intervención. Pero, tal y como ha explicado el periodista, tampoco es que fuera una técnica revolucionaria: "Todo se probaba aquí para reducir el dolor y pocas cosas funcionaban. La estadística no es muy fiable, pero el cálculo es que de cada diez personas, ocho o nueve no superaban el trauma o la infección".
Por suerte, apenas unos años más tarde se descubriría la anestesia moderna. Y decimos por suerte porque fue gracias a un accidente en una feria, cuando un dentista descubrió que aquel gas de la risa que se estaba utilizando en el espectáculo también servía para calmar cualquier posible dolor.

David Justo
(Astrabudua, 1991) Periodista especializado en tecnología que aborda la vida digital desde otro punto...




