No, Fu-Manchú no era chino: Jorge Blass explica por qué los magos fingían ser orientales para triunfar

Durante el siglo XIX y buena parte del XX, la magia vivió su edad dorada en los teatros europeos y americanos. En aquella época, la fascinación por lo exótico marcó tendencia, los magos no solo recurrían a trucos ingeniosos, sino también a una estética que evocaba el misterio del Lejano Oriente. "Había una gran tradición de utilizar parafernalia, cajas decoradas con elementos orientales. Era algo muy exótico, que llamaba la atención del público", explica Jorge Blass en el programa SER Historia.

La estrategia iba más allá del decorado. Muchos ilusionistas, aunque fueran ingleses, argentinos o estadounidenses, adoptaban nombres y vestimentas orientales para reforzar ese halo de misterio. "El caso más llamativo es el de Fu-Manchú, personaje creado por el mago argentino David Bamberg, que triunfó internacionalmente interpretando a un supuesto hechicero chino. A mucha gente le sorprendía, pero era parte del espectáculo", señala Blass.

Otro ejemplo célebre es Chung Ling Soo, un mago británico que llevó la farsa hasta el extremo, no solo actuaba caracterizado como oriental, sino que fingía no hablar inglés, ofreciendo entrevistas con traductor. Su verdadera identidad se descubrió de forma trágica en 1918, "cuando murió durante la ejecución del famoso truco de la bala atrapada en la boca", recuerda Blass. Ese día, herido de muerte, pronunció sus únicas palabras en inglés: 'Something went wrong'".

La influencia de aquella estética sigue viva en la memoria de la magia. Tanto que, en la próxima edición del Festival Internacional de Magia de Madrid, se recreará el mítico número de la bala atrapada, esta vez con todas las garantías. El encargado será el ilusionista belga Aaron Crow, que devolverá a escena uno de los trucos más legendarios y peligrosos de la historia.