Héctor Alterio, el incansable actor comprometido con su profesión y con la democracia
Activo políticamente, amante del teatro y de su oficio hasta los últimos días, Héctor Alterio fue el patriarca de una familia de actores y uno de los grandes intérpretes argentinos que vivió en España tras la dictadura

Héctor Alterio en su último espectáculo en el Teatro del Barrio. / CEDIDA

Héctor Alterio es historia del teatro y del cine, el de aquí y el de allá. Este actor argentino vino a España en 1974. Tenía cuarenta años y venía a recoger un premio por su papel en la película La Tregua. Cuando quiso volver no había aviones para su regreso. Así comenzó su exilio en España, con su esposa y sus hijos, que aquí se convirtieron en actores, Ernesto y Malena Alterio y que hasta sus últimos días han flanqueado a su padre como el maestro que es. Desde entonces hizo muchas viajes de ida y vuelta.
De Madrid a Buenos Aires, de Buenos Aires a Madrid. Viajes reales y físicos y también viajes mentales, viajes en la ficción. Uno de los últimos que hizo a su patria fue el 10 de marzo de 2023. Alterio tenía 93 años, y volvía para subirse al escenario, para un nuevo recital, que comenzó en el Teatro del Barrio de Madrid, pero que le llevaría de gira por Argentina, donde recibió el aplauso del público, de los compañeros y de su familia en varios homenajes por todo el país.
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El espectáculo estaba titulado A buenos aires, lo dirigía Ángela Bacaicoa, la compañera de vida de Alterio. "Ella es una guía absoluta para el beneficio del espectáculo. Con ella tengo la seguridad absoluta", decía a unos pocos periodistas por aquel entonces, alabando a su pareja que lo ha sostenido hasta el final.
Acompañado del piano de Juan Esteban Cuacci, ya no de guitarra como en sus recitales anteriores, el actor utilizaba precisamente la poesía, la música, el tango para contar su vida y su amor por poetas como León Felipe, que tanto le ha acompañó en sus primeros años de exilio forzado. "Tiene todos los elementos, los espacios, las alegrías, las tristezas. Tiene todo León Felipe", decía el actor. Ese espectáculo fue una despedida y un homenaje a sí mismo, sin saberlo. En él, sus recuerdos como artista se mezclaban con las rimas y los sonidos de Catulo Castillo, Piazzolla, Horacio Ferrer, Hamlet Lima Quintana y Eladia Blázquez. Por su edad, todo parecía indicar que era la última vez que se subía a un escenario, pero no, hasta hace unos meses ha estado trabajando en la obra Una pequeña historia.
Recordaba también ese momento tenso cuando se vio obligado a quedarse en España. "Porque no podía, no me dejaban volver. No había aviones para mí, no había vuelos. Me obligaban a quedarme aquí como si estuviera atado. Después de la Junta Militar yo seguía vigilado. Afortunadamente, a veces, algunas de esas cosas las olvido, ya no me afectan, porque sí me ha afectado muchísimo. Y aquí estoy. son muchos años los que han pasado y eso es bueno, porque te hace olvidar. Hoy eso se transformó en un recuerdo, que no me afecta. Es difícil explicarlo. A veces me aparece y otras desaparece. Está ahí ese recuerdo, pero ya no golpea como me golpeó. Tengo ya muchos chichones", explicaba el actor sobre cómo lidió con la memoria y con la diáspora. Algo que le conectaba con León Felipe, pues fue uno de tantos españoles que tuvo que huir de la dictadura española a México, como el argentino huyó de Videla a España.
Antes de todo eso, se puede decir que este argentino de descendiente italianos llevaba en la sangre lo del teatro. No había cumplido veinte años, cuando subió por primer vez a un escenario para protagonizar Prohibido suicidarse en primavera, la obra teatral de Alejandro Casona. Tras finalizar sus estudios de arte dramático, en 1950, fundó su propia compañía al tiempo que debutaba en el cine, lo hizo en 1965, con la película Todo sol es amargo, del director Alfredo Mathé.
Más tarde, llegaron otros tantos títulos dirigidos por una nueva generación de cineastas argentinos a los que el actor puso rostro. Entre ellas, Argentino hasta la muerte, de Fernando Ayala (1970); La fidelidad, de Juan José Jusid (1970); La venganza del Beto Sánchez (1972) y La Patagonia rebelde (1974), de Héctor Olivera (esta última, ganadora del Oso de Plata en Berlín), y El santo de la espada (1969), La maffia (1971) y Los siete locos (1972), de Leopoldo Torre Nilsson. En 1974, protagonizó junto a Ana María Picchio, La tregua: film dirigido por Sergio Renán, basado en la obra de Mario Benedetti. Se convirtió en la primera película argentina en obtener una nominación al Premio Oscar. Y ahí empezó su estancia en Madrid, primero trabajando en negro y después despuntando como el gran actor que fue.
"Casi te digo que tengo identidad española", presume Alterio, que recibió en 2003 el Goya de Honor de la Academia Española. Su acento le delata, aunque decía que evitaba cumplir con el tópico argentino. "Me siento un poco a alerta de no excederme en el argentino que soy cuando estoy aquí. No quiero que se me vea como un argentino excedido". Uno de los primeros papeles aquí en España se lo dio Carlos Saura. Alterio interpretaba al padre de Ana Torrent en Cría cuervos y hacía de militar fascista, aliados de aquellos que le había perseguido en Argentina y le habían obligado a quedarse en España en la vida real. "Me dio esa oportunidad cuando ya se sabía que yo no podía volver a la Argentina. El personaje era el padre de la protagonista y estaba muerto, lo estaban velando. Yo saltaba de alegría, porque así no tenía que pronunciar las zetas. Solo tenía que cerrar los ojos y quedarme quietito vestido de militar", contaba a la SER sobre el personaje y sobre cómo modelar el acento argentino para hacer de un jerifalte castellano. Rememoraba el actor que aquel papel fue complicado porque era imposible quedarse quieto. "Me temblaban los párpados cuando cerraba los ojos y me hacía el muerto. Y no paraban de cortar la toma", contaba divertido.
Después de trabajar con Saura, Alterio colaboró con directores españoles como José Luis Garci en Asignatura pendiente, con Emilio Martínez Lázaro en Las palabras de Max, o con Antonio Mecero en La guerra de papá. También trabajó con Ricardo Franco en un título tan importante como La familia de Pascual Duarte o con José Luis García Sánchez en Las truchas. En 1977 ganó la Concha de Plata a mejor actor en San Sebastián con A un dios desconocido, la película de Jaime Chávarri.
Con el retorno de la democracia en la Argentina, Alterio continuó actuando: participó de la película Camila (1984), de María Luisa Bemberg, considerada todo un clásico de la cinematografía argentina. Y volvió a repetir la hazaña en La historia oficial (1985), de Luis Puenzo, que ganó el Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa, protagonizada junto con Norma Aleandro. Película obre las consecuencias de la dictadura, sobre el robo de bebés a las presas. "Son muchas las cosas y los recuerdos, se me aturullan. La historia oficial tiene que ver con algo que me era muy familiar para mí y me provocaban risa, rabia, bueno, un montón de cosas que ahora me cuesta precisar. Había muchos sentimientos". Se hizo famosa también una frase que pronunciaba en Caballos Salvajes, de Marcelo Piñeyro, con quien además trabajó en Cenizas del Paraíso, Plata quemada y Kamchatka.
Como en ese último recital que nos permitió verle sobre el escenario, la vida y la obra de Héctor Alterio se han entrecruzado muchas veces. No solo en La Historia oficial, también en Vientos de agua, la serie de Juan José Campanella, que narra el fenómeno de la inmigración a través del exilio de un asturiano en 1934 hacia Argentina, y el retorno de su hijo en 2001 debido al corralito. En ella actuaba junto a su hijo, Ernesto, que interpretaba a su personaje de joven, por lo que nunca se encontraron en el rodaje. No fue la única serie de televisión. Actuó en otras tantas, como Segunda enseñanza (1986, España); Canguros (1994, España); Alén, luz de luna (1996, Argentina); Tiempo Final (2001, Argentina); El barco (2012-2013, España)
Con Campanella ha tenido Alterio su papel más popular, tanto en Argentina como en España, el de El hijo de la novia, que volvía a juntarle además con la actriz Norma Aleandro. La película, que originalmente se estrenó en 2001, cuenta la historia de Rafael Belvedere (interpretado por Ricardo Darín), un hombre atrapado en la rutina y el estrés diario mientras se hace cargo del restaurante familiar y lidia con su vida personal, incluyendo su relación con su madre, interpretada por Norma Aleandro, quien sufre de Alzheimer. En total, participó en 150 películas, 50 obras de teatro y 10 series de television. Su nombre ocupa un lugar central en la histori del cine argentino y del cine español, gracias a un trabajo que trasmite pasión y compromiso.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




