Crecen las búsquedas de contenido sexual sobre niñas de 12 y 13 años: "Les estamos fallando como generación"

Madrid

El último informe del Ministerio de Interior sobre delitos contra la libertad sexual, referente a 2024, incluye muchos datos para la alarma, como que los delitos sexuales aumentaron un 66% respecto a 2018, para llegar a los 22.846 casos. El propio informe advierte de que estas cifras no reflejan la totalidad de los hechos cometidos, debido a la elevada cifra de delitos no denunciados.

La educadora social y especialista en Violencia de Género, Marina Marroquí, autora de Eso no es amor. 30 retos para trabajar la igualdad y Eso no es sexo. Otra educación sexual es urgente, asegura en La Ventana que el aumento no le sorprende. Explica que su trabajo diario con adolescentes confirma esta realidad y subraya que "estos son solo los datos de las mujeres que denuncian", mientras que los casos que no salen a la luz "podrían multiplicarse por mucho".

La cifra oculta de la violencia sexual

Marroquí recuerda que, en violencia sexual, "solo se denuncia el 8% de los casos", lo que provoca una visión muy parcial del problema. En este sentido, cuestiona uno de los datos más repetidos socialmente: el perfil del agresor. El informe señala que una parte significativa de las agresiones se atribuye a desconocidos, pero la experta aclara que "la realidad es que el 70,6% de las agresiones se produce por parte de personas conocidas y solo el 29,4% por desconocidos".

Según explica, la sociedad tiende a reconocer y apoyar más a las víctimas cuando el agresor es un desconocido, lo que contribuye a reforzar el silencio en los casos más habituales. Entre los motivos para no denunciar, enumera la vergüenza, el miedo a no ser creídas, a ser juzgadas, el desconocimiento de que lo sufrido es un delito o el hecho de ser menores de edad.

La educadora relata situaciones recientes en las que ha tenido que explicar a niñas que determinadas agresiones sexuales son delitos tipificados en el Código Penal. "Cuando les dices que lo que te están describiendo aparece exactamente como delito, se rompen y se ponen a llorar", afirma, y añade que estas historias se repiten en menores de 12 y 13 años, una edad que, advierte, "ha bajado mucho".

Educación sexual y silencio familiar

Marroquí señala que el sexo sigue siendo un tabú y que la mayoría de niñas que sufren agresiones no lo cuentan en casa. Según explica, muchas no denuncian por miedo a decepcionar a sus familias. Por eso, insiste en la necesidad de "dejar de estigmatizar y de culpar a las víctimas" y de trabajar la prevención desde el entorno familiar. "Hay que contarlo pronto para no tener que pagarlo luego a un precio mucho mayor", sostiene.

Preguntada por la edad adecuada para hablar de estas cuestiones, defiende que la educación sexual debe comenzar en la primera infancia. Aclara que se confunde sexualidad con pornografía y sexo con educación sexual, cuando en realidad esta empieza con el aprendizaje del cuidado del propio cuerpo y del respeto a los límites. "Ahí empiezas a construir las bases", afirma.

Porno, adolescencia y responsabilidad adulta

La especialista alerta también del impacto del consumo de pornografía en edades tempranas. Señala que páginas web de contenido pornográfico acumulan millones de resultados asociados al término "adolescente" y advierte de que la violencia sexual hacia niñas de 12 y 13 años se ha convertido en uno de los principales focos de búsqueda. A su juicio, los adultos "no estamos actualizados ni asumiendo nuestra responsabilidad para educar y formar".

Sobre si los agresores son conscientes del daño que causan, Marroquí responde que "sí y no". Explica que el hecho de actuar a escondidas o de chantajear demuestra que saben que está mal, pero recuerda que el desarrollo cerebral no es el mismo a los 12 que a los 16 años, lo que dificulta la comprensión del daño provocado.

Tras sus talleres de educación sexual, la educadora recibe decenas de mensajes de menores relatando situaciones de violencia. Por eso rechaza el calificativo de "generación de cristal" y se muestra especialmente crítica con los adultos. "Me muero de vergüenza y les pido perdón", afirma, convencida de que "estamos fallando mucho como generación" ante una realidad que, según el informe, no deja de crecer.