"A un niño hay que darle todo lo que necesita, pero muy poco de lo que quiere cuando lo quiere": la advertencia de un psicólogo sobre los regalos de Navidad
El llamado síndrome del niño hiperregalado alerta sobre ansiedad, baja tolerancia a la frustración y pérdida del valor de las cosas en Navidad
El síndrome del niño hiperregalado
Madrid
La escena se repite cada diciembre en miles de hogares españoles: los niños se despiertan y encuentran bajo el árbol una montaña de regalos dejados por Papá Noel, el Olentzero o el Caga Tió. Horas después, la imagen se multiplica en casa de los abuelos, de los tíos e incluso de otros familiares o vecinos. Una acumulación que, lejos de generar mayor felicidad, puede tener consecuencias emocionales y educativas para los más pequeños. Los expertos lo llaman síndrome del niño hiperregalado.
Javier de Haro, psicólogo infantil de la plataforma Te ayuda a educar, explica en La Ventana que este fenómeno no es nuevo y se repite tanto en cumpleaños como en Navidad: "Llevamos mucho tiempo acostumbrando a los niños a recibir recompensas inmediatas", señala. Esa dinámica acaba normalizando la abundancia y elimina la espera como parte del aprendizaje emocional.
Ansiedad y expectativas irreales
En la práctica, recibir demasiados regalos genera varios efectos negativos. El primero es la pérdida de valor de lo que se tiene: "Viven más pendientes de lo que no tienen que de lo que ya poseen", advierte el psicólogo. A esto se suma la creación de expectativas irreales: los niños interiorizan que lo normal es recibir muchos regalos y que siempre debe ser así.
La ansiedad aparece cuando no pueden disfrutar de lo que reciben. Abrir veinte regalos seguidos impide centrarse en ninguno: "No están presentes en lo que tienen entre manos", explica De Haro, lo que afecta directamente a su autoestima y a su capacidad de disfrute.
Detrás de este comportamiento adulto suele haber una motivación emocional. Muchos padres y familiares regalan en exceso para evitar que los niños vivan las carencias que ellos experimentaron en su infancia. Sin embargo, esa sobreprotección tiene efectos contraproducentes: "Regalamos mucho para compensar, pero el resultado no es el que buscamos", subraya el especialista.
Tolerancia mínima a la frustración
Un niño hiperregalado suele desarrollar una tolerancia muy baja a la frustración. Se vuelve impaciente, se aburre con facilidad, está irritable y le cuesta relajarse. Quiere todo de inmediato y pide constantemente cosas nuevas. Según De Haro, el problema no es que el niño quiera más, sino que los adultos no estén poniendo límites educativos claros.
Reducir drásticamente el número de regalos no siempre es viable: "Si un niño pasa de recibir 14 regalos a solo 3, el conflicto está asegurado", reconoce el psicólogo. Por eso propone cambiar el enfoque. Una de las estrategias es introducir la empatía en la carta a los Reyes: pedirle que el primer regalo que escriba sea para alguien que lo necesite. Ese simple gesto obliga al niño a pensar en los demás y desplaza el foco del consumo.
Para De Haro, el problema de fondo es que muchos niños asocian la Navidad únicamente a regalos y vacaciones. Frente a eso, defiende una educación basada en valores como ayudar y compartir, algo que puede trabajarse con acciones sencillas y cotidianas: "El niño siempre va a querer más regalos, pero el trabajo de los adultos es educar la empatía, la amabilidad y la espera".
La clave, insiste, "no está en prohibir, sino en enseñar". Porque, como resume el psicólogo, hay una norma básica que no debería olvidarse: "A un niño hay que darle siempre lo que necesita cuando lo necesita, pero solo una pequeña parte de lo que quiere cuando lo quiere".