Feliz Navidad
Es una delicia esa combinación obsesiva de lucecitas y villancicos, siempre que uno no sea propenso a los brotes epilépticos. Y qué decir del calor humano de las multitudes. Ánimo, en esos famosos grandes almacenes aún cabe una persona más, si es flaca y va de perfil

Barcelona
No sé si ustedes son capaces de entender a esa gente que no disfruta tantísimo con la Navidad.
Son unas fechas maravillosas en que miles de personas, sobre todo mujeres, bordean el ataque de nervios mientras cocinan para un batallón y cuidan de los niños. Tranquilidad, saldrá bien: el espíritu navideño puede con todo. Cierto, en esta época se disparan los casos de violencia doméstica. Pero eso no debe empañar nuestra felicidad.
Qué hermosas las semanas de atontamiento previo, con esa publicidad ñoña que aniquila las neuronas. Cuánta ilusión esparcen los anuncios de charcutería, perfumes y turrones. Qué emoción la de gastar lo que no tenemos sin que, este año tampoco, la lotería nos saque del hoyo.
Imposible no guardar gratitud eterna a esos alcaldes que iluminan nuestras ciudades como grandes camillas de quirófano, para que se vean bien desde otras galaxias. O quizá para que los extraterrestres sepan por dónde les conviene empezar a invadirnos.
Es una delicia esa combinación obsesiva de lucecitas y villancicos, siempre que uno no sea propenso a los brotes epilépticos. Y qué decir del calor humano de las multitudes. Ánimo, en esos famosos grandes almacenes aún cabe una persona más, si es flaca y va de perfil.
No hay fiestas más auténticas y tradicionales. Decoramos un abeto, siguiendo el rito escandinavo de adoración a Frei, dios de la virilidad. Gozamos con ese personaje de barba blanca y traje rojo, jojojo, inventado en 1930 por una famosa marca de refrescos.
En fin, hay cosas que no me explico.
Espero que los niños lo pasen bien. Y que los creyentes celebren lo que realmente se celebra.
Me llamo Enric González. Feliz Navidad, por supuesto.




