Cristina Almeida: "A mí no me han torturado, no voy a presumir como muchos; pero he defendido a los que fueron torturados"

En 1975, la Puerta del Sol era el epicentro del miedo. El edificio que hoy luce luz y cristal como sede de la Comunidad de Madrid era entonces la Dirección General de Seguridad, el cuartel general de la represión franquista. Cristina Almeida lo recuerda con un escalofrío, ya que allí hablar era peligroso: "No te atrevías a decir nada por si acaso".

Los sótanos eran otra historia: "Por ahí tiraron por la ventana a Julián Grimau, al pasadizo de atrás", recuerda Almeida. Era la "casa del terror", como la llamaban los grises. Entrar allí era jugar a la ruleta rusa: "Aquí entrabas y, si tenías suerte, salías. 72 horas no te las quitaba casi nadie. Y a veces, diez días o más". Las torturas eran rutina. "Era el cuartel general de la represión", resume.

Cristina fue detenida tres veces. "Lo que pasa es que ya era abogada y entonces tienes menos miedo, porque ellos tampoco se atreven a hacerte lo mismo que le hacen a otra gente". No presume: "No me han torturado porque aquí parece que todo el mundo presume de haber sido torturada. Yo lo que pasa es que, como abogada, he vivido las torturas de los muchos que he defendido". Su memoria está llena de nombres y heridas: "Conozco la historia a través de los protagonistas de verdad, la gente que había sido torturada allí y que luego veía en el Tribunal de Orden Público o en los tribunales militares".

Hoy, donde antes reinaba el terror, hay luz y cristal. Porque la memoria, como las piedras, no se borra. En 1975, aquel lugar tenía alma de verdugo. Y aunque el tiempo haya cambiado la fachada, los ecos del miedo siguen resonando bajo el suelo de Sol.