"Es como darle un volante a un pato": esto es lo que pasa en tu cerebro cuando te haces millonario
El miedo de perder la identidad es latente desde el segundo uno
"Es como darle un volante a un pato": esto es lo que pasa en tu cerebro cuando te haces millonario
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Madrid
Este lunes se ha celebrado el Sorteo Extraordinario de la Lotería de la Navidad. Un evento muy especial que ha detenido el país durante varias horas y que ha regado con millones numerosos puntos del país. Especialmente en la provincia de León, una de las más castigadas por los incendios forestales de este verano, donde ha caído El Gordo. En concreto, en el municipio de La Bañeza, donde se han consignado 117 series, en Villablino (50 series) y en la Pola de Gordón, donde se han vendido otras 15 series de este primer premio, que otorga 400.000 euros al décimo premiado.
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Sin embargo, ganar el premio Gordo en el año 2025 ya no nos salva de tener que volver al trabajo. A pesar de que nos toquen 400.000 euros -328.000 euros netos sin impuestos-, apenas nos alcanza para comprar una vivienda media en grandes ciudades y ya no garantiza esa libertad financiera que nos ofrecía en el pasado. Según cálculos de la Asociación Española de Administraciones de Lotería (Anapal), los 3.000.000 de pesetas que se abonaban por décimo premiado en 1957 permitían comprar 10 pisos y 10 coches en España. Pero a día de hoy no nos permite ni tan siquiera pensar en una jubilación anticipada.
Por qué no dejamos el trabajo ni aunque seamos millonarios
¿Y si te tocara el sorteo de Euromillones? Los sorteos de Euromillones siempre tienen un bote garantizado de al menos 17 millones de euros y como máximo podrían alcanzar hasta 250 millones. Y aquí sí que podemos llegar a plantearnos si seguir con nuestro trabajo o empezar una nueva vida libre de preocupaciones. Pero hay quienes ganan el Euromillón y, aun así, vuelven al trabajo. Así nos lo ha contado Roberto Sánchez en una nueva entrega del Si Amanece, donde ha contado el caso de un hombre que ganó cuatro millones de euros y siguió trabajando como si no pasara nada: "Recuerdo el caso de un compañero que trabaja en una fábrica de neumáticos en Burgos al que le tocó un Euromillón junto al resto de empleados de la fábrica. Cada uno se llevó, yo qué sé, ahora hablo de memoria, pero imagínate 3 o 4 millones de euros. Y no está nada mal, pero ha seguido trabajando".
A pesar de que todos hayamos pensado en alguna ocasión qué haríamos si nos tocara una auténtica millonada, lo cierto es que nuestro cerebro no está del todo preparado para enfrentarse a esta realidad. Así nos lo ha explicado la divulgadora Raquel Mascaraque, quien nos cuenta que: "Al cerebro le cuesta gestionar cambios bruscos, aunque sean buenos. Entonces el cerebro sí que reacciona a la novedad, pero es solo al principio. Después aparece lo que se llama adaptación hedónica. Que es que te acostumbras rápido incluso a lo increíble. O sea, baja esa sensación de increíble, te acabas acostumbrando y acaba siendo tu día a día. Y como el cerebro también busca previsibilidad, pues volver al trabajo como que te da estructura, orden, identidad... Es una especie de tranquilizante existencial para muchas personas".
El miedo de perder la identidad
Porque, al fin y al cabo, el trabajo también forma nuestra identidad: "Esto es muy cultural, pero cuando nos preguntan quiénes somos, solemos contestar profesor, enfermera, periodista... Claro, no sueles contestar 'soy una persona amable' o 'me encanta el cocido'. Entonces, asociamos nuestra identidad al trabajo. Entonces, cuando te toca la lotería, no te preguntas: "Vale, ¿y ahora qué hago con mi vida? ¿Quién soy? ¿Qué me gusta?'. No, porque cuando trabajamos tanto hay veces que no te da tiempo ni a plantearte qué te gusta. Entonces seguir trabajando evita enfrentarte a esa pregunta incómoda, ¿no?: "¿Qué sentido tiene mi vida cuando no la llena el trabajo?".
En declaraciones a la Cadena SER, Raquel Mascaraque nos explica que la libertad absoluta puede dar miedo: "Al final, la lotería te da libertad total a nivel económico. Y eso, para un cerebro que está acostumbrado a obedecer horarios y tareas, pues es un poco como si le das como un volante a un pato. La libertad nos obliga a elegir y eso nos da un poquito de miedo". De ahí que no queramos abandonar el trabajo ni aunque nos hagamos multimillonarios de la noche a la mañana.
David Justo
(Astrabudua, 1991) Periodista especializado en tecnología que aborda la vida digital desde otro punto...
