Cuando el trastorno de esta joven le hace perder el conocimiento en cualquier momento, el perro médico viene al rescate
Gracias a su amigo peludo ha podido tener una vida nueva

Perro guía / fotografixx

Linda es estudiante de último año de biotecnología de la salud, algo muy significativo teniendo en cuenta la enfermedad que ella misma sufre. Según explican en el medio L'Arena, fue durante el primer año de secundaria cuando empezó a mostrar síntomas de un trastorno que le provoca que pierda la conciencia de manera repentina, quedándose en una especie de limbo sin tan siquiera notar nada ni poder prepararse para esa caída en el vacío. Los comienzos fueron muy difíciles.
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La chica le explicaba al medio italiano que "en los primeros años los episodios eran muy frecuentes", llegando a tener "incluso unos 10 al día". "Esto significaba que no podía ser independiente: no podía salir sola porque, sin avisar, me arriesgaba a enfermar", pero su suerte cambió y manifiesta con emoción y esperanza que hoy tiene alguien que le cuida y le da la voz de alarma. Se trata de Loki, al que se le pone la insignia de "perro de asistencia", pues ha aprendido a reconocer el estado de salud de Linda por el olfato y ladra para advertirle de que debe ponerse a salvo.
"Cuando empieza a hacerlo, acerco mi mano hacia él y si me huele sé que tengo que sentarme en el suelo a su lado y esperar a que pase la crisis, que dura unos minutos", comentaba la joven de Valdagno (Italia). Este can es un labrador que fue entrenado en la asociación Insegnando si impara Aps, dedicada a la cría y educación de perros de asistencia para personas sordas, autistas, diabéticas, epilépticas, con trastorno de estrés postraumático y con trastornos alimentarios, una organización que descubrió Lisa Verlato, la madre de Linda.

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Entrenamiento de Loki
La muchacha explicaba que Loki fue muy adelantado con respecto al resto de labradores de la asociación y, aunque antes del año no suelen estar preparados, "a los cinco meses ya estaba en casa conmigo. De hecho, hicieron una excepción: me explicaron todo lo que tenía que ver con él. Vivíamos en simbiosis y, a los seis meses, increíblemente, empezó a ladrarme". Marula Furlan, de dicha asociación de cría, le comentó que es un instinto que lleva dentro y, después de unas cuantas instrucciones de los profesionales, desarrolló rápidamente.
Pero Linda también tuvo que adaptarse. "En realidad, en mi caso, tuve que 'estudiar'. Con la ayuda del entrenador de la asociación, aprendí a estar tranquila con él, a moverme incluso en lugares concurridos, a ser Loki y yo. Él, en cambio, tras saltarse algunas etapas, al año volvió a la 'escuela' durante dos meses para socializar con otros perros y aprender a no inquietarse cuando yo estaba enferma. Hoy, Loki y yo podemos viajar en avión, tren, autobús, e incluso me acompaña a campamentos de scouts, cuando entreno hip hop, a misa e incluso a la escuela. En resumen, donde yo estoy, él está ahí para cuidarnos", asegura.
Sin embargo, la chica se lamenta de que no pueda ir a todos los sitios con él a pesar de necesitarlo, como tiendas, museos o transportes públicos, porque "desafortunadamente, en la normativa, los perros de asistencia aún no se equiparan a los perros guía para ciegos". Esto, afirma, ha sido el motivo principal para compartir su historia, ya que le gustaría "que quien necesite un perro de servicio no se encontrara con los obstáculos que a veces aún existen hoy en día".




