Este es el motivo por el que tras siglos de pruebas hemos desistido a domesticar las cebras como a los caballos
El caballo ha acompañado a la humanidad durante miles de años

Nuevo ejemplar de cebra de Grévy nacido en Cabárceno. / Gobierno de Cantabria

En todo el mundo, el caballo ha acompañado a la humanidad durante miles de años: en batallas, como medio de transporte y en la construcción de civilizaciones enteras. Pero en África existe un pariente cercano, la cebra, que combina fuerza, agilidad y, además, una resistencia natural a la mosca tsé-tsé —letal para los caballos—. Sobre el papel, parecía candidata ideal para convertirse en montura. En la práctica, todos los intentos han fracasado.
Tres especies, un mismo temperamento
Las cebras se dividen en tres especies principales:
- Cebra de llanura, la más común.
- Cebra de montaña, adaptada a regiones secas y montañosas del sur de África.
- Cebra de Grévy, la más grande y rara, presente solo en Kenia y Etiopía.
Su velocidad y su llamativo pelaje las convirtieron en objeto de deseo para exploradores y colonizadores. Sin embargo, la historia demuestra que ninguna se dejó domesticar.
De Londres a África Oriental: intentos fallidos
A finales del siglo XIX, Lord Walter Rothschild, aristócrata y naturalista británico, entrenó a seis cebras para tirar de su carruaje en Londres. La escena causó sensación, pero detrás había un entrenamiento intensivo y aislado, sin posibilidad de replicarlo a gran escala.
Décadas más tarde, en África Oriental, la administración colonial alemana en Tanganyika (actual Tanzania) intentó utilizarlas como animales de carga, aprovechando su inmunidad a la mosca tsé-tsé. Las capturaban, las entrenaban para tirar de carretas y transportar mercancías. El resultado fue un fracaso: las cebras eran agresivas, se asustaban con facilidad, mordían o pateaban a los cuidadores y sufrían elevadas tasas de mortalidad por estrés. El proyecto se abandonó.
Las razones biológicas y sociales del fracaso
Los investigadores coinciden en que la clave no fue la falta de tecnología, sino las características inherentes de las cebras:
- Temperamento reactivo: su instinto es “huir primero, pensar después”. Los estudios muestran que mantienen siempre mayor distancia de huida frente al ser humano que los caballos.
- Fisiología frágil: son extremadamente propensas a la miopatía por captura, una afección letal provocada por el estrés al ser retiradas de su entorno.
- Estructura social flexible: a diferencia de los caballos salvajes, que tienen jerarquías claras bajo un macho dominante, las cebras —en especial las de Grévy— viven en grupos inestables y cambiantes, lo que dificulta que los humanos adopten el rol de “líder de la manada”.
No todos los animales son domesticables
El fracaso con las cebras demuestra que la domesticación no es solo cuestión de fuerza o entrenamiento, sino de un conjunto de rasgos favorables: temperamento dócil, jerarquías sociales claras, reproducción rápida y capacidad de adaptación a entornos artificiales.
Las cebras carecen de estos elementos. Por eso, los biólogos concluyen que su lugar está en la naturaleza, no como animales de trabajo.
En palabras de los expertos: “Pensábamos que era imposible… y lo era”. La cebra sigue recordándonos que no todos los animales están hechos para vivir bajo control humano.




