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Sociedad | Actualidad

El navarro que se escondió en el molino de Caparroso de Pamplona durante la Guerra Civil

Isidro Sarasate fue una de las miles de personas que intentaron huir de sus perseguidores tras el golpe de estado de 1936

El molino de Caparroso a orillas del Arga en la actualidad / Cadena SER

Pamplona

Miles de personas intentaron esconderse para no ser fusiladas durante la Guerra Civil. Muchos de ellos fueron capturados y asesinados, pero otros lograron zafarse de sus perseguidores. Es la historia de Isidro Sarasate, un navarro que se escondió en la chimenea del molino de Caparroso de Pamplona, y logró salvar su vida.

Isidro Sarasate era un trabajador de la central eléctrica El Irati, situada en el molino de Caparroso. Antes de la guerra, fundó la Federación Navarra de Fútbol, y era una persona muy activa en la esfera deportiva en Navarra. Su inquietud por la política le convirtió en un objetivo a perseguir por el bando franquista, ya que CNT, la organización sindical a la que pertenecía, sufrió el asesinato de numerosos afiliados.

Por fortuna, su lugar de trabajo sería su salvación durante la guerra. Mikel Huarte, investigador, relata que lograron encontrar la historia de Sarasate a raíz de una persona que, hace 40 años, comentó durante una partida de cartas en el molino de Caparroso cómo su tío tuvo que esconderse dentro de la chimenea.

A través de diversas fuentes, Huarte confirma que en el año 51 y tras volver a Pamplona, Isidro confesó a sus sobrinos el que fue su escondrijo y el de su hermano.

Se sabe, además, que la hermana de los Sarasate pasó un tiempo en la cárcel por no querer delatar el escondite de sus hijos. Un escondite que estaba conectado con la vivienda de los Sarasate, a través de un agujero en la escalera de la casa. No se sabe exactamente cuánto tiempo estuvieron escondidos ambos hermanos, pero sí se sabe con certeza que poco a poco fue recuperando su vida.

La historia recuerda a la de Enrique Cayuela, presidente de Osasuna y militante de Izquierda Republicana, que se escondió tres meses en el hueco del reloj de la estación de autobuses de Pamplona.