'Franco ha muerto': la transición en Navarra, entre la esperanza y la tensión
Medio siglo después, un periodista y un historiador cuentan el proceso que se vivió a partir del 20-N
50 años del 20N desde Navarra
Pamplona
El 20 de noviembre de 1975 marcó el final de una era y el inicio de otra que, medio siglo después, sigue generando debate: la transición española. Pero si algo subrayan los historiadores y periodistas que vivieron aquellos años es que no se puede entender ese proceso sin mirar a Navarra y al País Vasco. “En el relato general de la historia, ni Navarra ni Euskal Herria parecen tener una personalidad o un protagonismo cierto”, lamenta Emilio Majuelo, historiador y exdirector del Fondo Documental de la Memoria Histórica en Navarra. “Es imposible comprender la transición sin tener en cuenta la realidad vasconavarra”.
Hoy por Hoy Navarra (20/11/2025)
La muerte de Franco no trajo un cambio inmediato. “En el año 75 no hubo avances espectaculares que se pudieran sentir en la calle”, recuerda Majuelo. La dictadura se desmoronaba, pero la violencia seguía presente. “La policía nos golpeaba en el 80 y en el 81 exactamente igual”, añade. Esa tensión entre los primeros pasos hacia la democracia y la represión estatal marcó la vida cotidiana. “La transición política se ha considerado una transición sangrienta por parte de los poderes del Estado”, afirma el historiador. Mientras se negociaban leyes y estatutos, la calle era escenario de huelgas, cargas policiales y reivindicaciones obreras.
Pamplona, ciudad ''gris''
Fermín Goñi, periodista que cubrió aquellos años, aporta la mirada desde la trinchera informativa. “Pamplona era una ciudad absolutamente gris”, dice. “No gris por la policía" -los 'grises'-, "sino gris en todos los sentidos”. Los tres periódicos locales de la época, El Pensamiento Navarro, Arriba España y Diario de Navarra, mantenían la retórica franquista: “Nos machacaban cada año con la primera página entera recordando el año de la victoria”. Sin embargo, bajo esa superficie, hervía la conflictividad social. “Pamplona tenía el récord de más horas de huelga de Europa”, subraya Goñi. Las pelotas de goma y los botes de humo se estrenaron en Potasas, símbolo de una clase trabajadora que resistía con constancia.
La agonía de Franco fue seguida como una liturgia nacional. “El equipo médico habitual daba el parte todos los días, mañana, tarde y noche”, rememora Goñi. Cuando llegó la noticia, la incertidumbre se instaló: ¿cómo se pasaría de la dictadura a la democracia? “Yo no estoy muy de acuerdo con el término transición”, apunta el periodista, “pero se le llama así”. Aquellos años fueron convulsos, atravesados por la violencia política y el terrorismo de ETA, que condicionaba cualquier avance. “La información siempre estaba relacionada con el plomo”, resume.
Navarra vivió la transición con una especificidad que la distingue del resto del Estado. “Aquí no hubo conformismo”, explica Majuelo. “Para muchos sectores, sobre todo los más militantes y combativos, la transición no fue el punto final, sino el punto de arranque para llegar a algo más”. Mientras en otras regiones se aceptaba el nuevo marco democrático como suficiente, en Navarra y Euskadi se aspiraba a metas más ambiciosas, ligadas a la identidad cultural y a la autonomía política. “Había una dinámica social extraordinaria, desde el movimiento obrero hasta el renacer de la cultura vasca”, señala el historiador.
Pero la realidad electoral no siempre reflejó esa efervescencia. “En las elecciones del 77, la ORT llenó la plaza de toros en un mitin antes de los comicios”, recuerda Goñi. “Y no sacó ningún diputado. Ganó UCD, y bien además”. Para el periodista, aquello evidenciaba que “no cambiaban las cosas”: UCD agrupaba a muchos herederos del franquismo. El verdadero giro legislativo no llegó hasta la victoria socialista en 1982.
La transición española, insiste Majuelo, fue “muy curiosa”. A diferencia de la breve transición de la dictadura de Primo de Rivera a la Segunda República, este proceso se prolongó durante años. “Cuando se habla de institucionalización de la democracia, una cosa es plantear los instrumentos y otra cómo se organizan las elecciones del 77”, advierte. “Había partidos ilegalizados, todo el poder local y provincial seguía en manos del movimiento. El resultado no es extraño”.
Hoy, 50 años después, persiste la mirada ambivalente: ¿idealizamos la transición o la criticamos sin entender su contexto? Para quienes la vivieron en Navarra, fue un tiempo de esperanza y tensión, de conquistas y frustraciones. “La lucha popular fue tremenda”, concluye Goñi. “Pero hasta que no llegaron los cambios legislativos, la situación prácticamente no cambió nada”. Entre la grisura de los primeros años y la riqueza social que describe Majuelo, la transición en Navarra sigue siendo una historia compleja, marcada por la pugna entre quienes la vieron como un punto de llegada y quienes la entendieron como el inicio de algo más.