Ora pro nobis

Hoy respiramos un poco más tranquilos. Tenemos a todo un presidente del gobierno y a su partido bajo sospecha por supuestos tejemanejes con dinero negro, tenemos un boicot de toda la oposición -menos UPyD- a la comisión que estudia la Ley de Transparencia. Hasta que no comparezca Rajoy, tenemos un panorama general de zafarrancho de combate que acoquina al más pintado, pero hoy hemos sabido que los obispos rezan para que nuestros políticos no cedan a la tentación de ser corruptos. Y eso reconforta. Sobre todo porque lo ha dicho el mismísimo Rouco Varela.

No pueden ir más allá. Y tampoco demos ideas, que luego los prelados españoles, aunque digan que su reino no es de este mundo, tienen una querencia natural a meterse en asuntos terrenales. Por cierto, ¿cuántos telediarios le quedarán a Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal? Porque ya está en la prórroga al haber superado con creces los 75 años y además hay un run-run desde hace semanas. La última palabra la tiene el Francisco, por cierto designado hombre del año en la revista Vanity Fair. Él, y nadie más, es quien posee la llave de los posibles cambios

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En lo que no hay cambios, ni ahora ni tampoco se esperan, es en el papel de la mujer dentro de la Iglesia católica. Un papel limitado, muy limitado, en lo que representa el enésimo ejemplo de un mundo, que sigue transpirando machismo a todos los niveles. Hoy hemos conocido un libro de la columnista británica, Caitlin Moran, titulado "Cómo ser mujer", que describe un experimento muy curioso: pidió a las mujeres, a través de Twitter, que documentaran sus experiencias con el machismo, pero nada especialmente violento, no hablaba de agresiones, de malos tratos, eso, por desgracia, ya son palabras mayores y siguen ahí.

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