Cristiano Ronaldo es insaciable

El Real Madrid certifica lo que se sabía hace dos semanas, que estará en el bombo de cuartos de final del próximo viernes. El partido, que se preveía sin historia, acabó con un ambiente raro en las gradas del Bernabéu, los gestos de dolor y la información sobre la gravedad de la lesión de Jesé enrareció el ambiente y el partido, que pudo haber acabado en el descanso.

En una pachanga de partido los únicos que se lo tomaron en serio fueron Kolasinac, central del Schalke, y Cristiano, depredador blanco. El defensa del Schalke estuvo pasado de revoluciones desde el inicio y fruto de ese exceso embistió a Jesé. Como un miura, el joven defensa bosnio, dejó en el suelo al hábil delantero canario, que no pudo seguir y se marchó con ostensibles gestos de dolor.

Con la lesión de Jesé, el partido ya tenía un gusto amargo para el Real Madrid, que en un choque donde no tenía nada que ganar, se encontró con la pérdida de su 'sexto hombre' que dirían en baloncesto. Ante el Schalke, el Real Madrid perdió esa chispa que Ancelotti tiende a utilizar para prender la mecha de un partido atascado para los blancos.

Con todo esto, el partido quedó aún más relegado a un segundo plano. Solo la voracidad de Cristiano Ronaldo le dio algo de vida a un partido sin historia. A los 20 minutos de partido Morata, titular, controló de espaldas y se revolvió para abrir el balón a Bale, que asistió a un Cristiano preparado para marcar el primero y agradecer a Ancelotti que no le sentara en vísperas del Clásico.

Pudo marcar el segundo de forma consecutiva el Madrid, pero Morata falló de forma incomprensible en el área pequeña tras un centro raso de Bale. La parroquia del Bernabéu se mostró impaciente con su canterano, al que abuchearon.

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El orgullo alemán no existió, el Schalke no dio nunca sensación de peligro y se encontró con un gol de casualidad. Un disparo inofensivo de Hoogland se coló en la portería Casillas tras golpear en Sergio Ramos. El Schalke se fue al descanso con un empate que no sabe cómo consiguió pero que valió para alegrar a los 4.000 fieles llegados desde Alemania para animar a un equipo que hace dos semanas había encajado 6 goles en la ida. Eso es afición o previsión al comprar las entradas antes de disputarse la ida, quién sabe.

Las malas noticias que subían desde la enfermería a la grada pasando por el vestuario hicieron que los primeros minutos de la segunda parte fueran raros, sin tensión y espesos. Rompió esa desidia el de siempre, el delantero que no entiende de partidos menores o de dosificarse. Apareció de nuevo Cristiano Ronaldo para hacer una gran jugada personal y despertar al Bernabéu con un derechazo que se coló por el primer palo.

Acto seguido llégo el tecer gol. Lo marcó Morata, pero pudo hacerlo Cristiano, que disparó al larguero y el rechazo le cayó al ariete de la cantera para romper su mala racha y reconciliarse con el gol.

El tercer gol era suficiente para todos menos para uno, para Cristiano, que volvió a encontrarse con el poste en su camino al triplete. Se fue molesto el delantero del Real Madrid, que jugó los noventa minutos y no dio ninguna sensación de dosificarse para el gran duelo del domingo ante el Barça. El Real Madrid endosó un global de 9-2 a un Schalke que dejó en muy mal lugar a la Bundesliga.

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