El Calderón lloró de alegría con su Atlético

Una olla a presión, eso quería Simeone y eso se encontró el Barça en el Calderón. Una afición entregada que hizo olvidar a sus jugadores que no estaban con ellos ni Diego Costa ni Arda Turan, dos de sus mejores hombres.

Ante el Barcelona, el Calderón vivió una noche mágica, como aquella ante el Celtic, el 24 de abril de 1974. Ante los escoceses se dirimía un puesto en la final y ante el Barcelona uno entre el cuarteto que pugnará por el último combate, pero el escenario se engalanó de forma similar. La grada reeditó los grandes momentos del pasado.

Recordando la figura de Luis Aragonés con un precioso mosaico con su frase de "ganar, ganar, ganar, ganar y volver a ganar" la parroquia colchonera se reivindicó en Europa como una de las mejores aficiones del Viejo Continente.

55.000 almas vibraron el estadio con el gol de Koke nada más empezar el partido. Los aficionados gritaron y vibraron con el tanto del canterano que todo Madrid escuchó el rugir del Calderón. Con cada poste y ocasión fallada el silencio y el lamento recorría la grada, que no se terminaban de creer la mala suerte de sus jugadores, encontrando hasta tres veces los postes de la portería de Pinto.

En la segunda parte, y con el paso de los minutos el estadio, lejos de amilanarse por el miedo a un gol del Barça reaccionó y volvió a rugir cuando más lo necesitaba su equipo, cuando las fuerzas empezaron a fallar apareció de nuevo el espiritú de Aragonés, la magia de un estadio que llevó en volandas a su equipo a las semifinales de la Champions League.

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