El doctor Mukwege, en soledad

Madrid

Estamos tan ocupados con el pequeño Nicolás y con personajes semejantes, que jamás hicieron nada por nadie, que ni tan siquiera oímos las voces de quienes nos reclaman atención sobre personas que son realmente admirables. No oímos, por ejemplo, a quienes nos hablan del doctor Mukwege, y sin embargo es un hombre al que la Humanidad debería estar agradecida. Desde luego, un hombre al que las mujeres deberíamos llevar en el corazón, rebosando agradecimiento. El doctor Denis Mukwege tiene 59 años, es ginecólogo y trabaja en su país, la República Democrática del Congo, probablemente el peor lugar del mundo para nacer siendo mujer. Este miércoles el Parlamento Europeo le hará entrega del Premio Sajarov en reconocimiento a su incansable lucha para salvar a miles de mujeres.

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No es difícil explicar lo que hace este hombre. Él y su equipo han atendido en su pequeño hospital a más de treinta mil mujeres, adultas, adolescentes y niñas, violadas, generalmente de forma colectiva, como arma de intimidación y guerra. Incansablemente, el doctor Mukwege intenta recuperar sus cuerpos y sus almas, sobrecogido por su destino y exasperado por la indiferencia de su gobierno y de las instituciones internacionales. Es fácil explicar lo que hace el doctor Mukwege. Lo difícil es explicar por qué lo hace en tanta soledad.

El miércoles le darán un premio en el Parlamento que representa a los europeos, pero el jueves es muy posible que le olvidemos: nosotras, las mujeres europeas, increíblemente, también.