Químicos en productos comunes: ¿por qué no se investigan?
Los expertos dicen que alteran el sistema hormonal. Ahí están y ahí siguen después de no pocas denuncias

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Hay sustancias químicas que están en los alimentos, en perfumes, en el ticket de un supermercado, en un biberón, en la ropa… Vamos, que forman parte de nuestra vida cotidiana y que convivimos con ellos. Y los expertos dicen que alteran el sistema hormonal. Ahí están y ahí siguen después de no pocas denuncias contra la presencia de los mismos y la falta de investigación sobre sus consecuencias reales. Sustancias capaces de alterar el equilibrio hormonal y la regulación del desarrollo embrionario, como ha advertido la propia OMS, Organización Mundial de la Salud. Y entre las enfermedades y problemas para la salud que pueden provocar estas sustancias, están la obesidad, cánceres de mama, próstata y testículos, diabetes, infertilidad…
Por eso asociaciones ecologistas de toda Europa han mostrado su enojo con la UE por lo que consideran una peligrosa marcha atrás en sus pretensiones de investigar estas sustancias químicas cuyos efectos en el organismo pudieran ser claramente peligrosos para nuestra salud.
La UE se comprometió hace algunos años a aprobar una regulación de estas sustancias químicas, que venció en 2013. Ahora, cuando ya termina el 2014, ha decidido abrir una consulta pública que los grupos ecologistas creen que está “encaminada a guardar las formas”. Es más, se considera que la Comisión Europea está actuando “presionada por la industria” y que por eso no cumple los plazos para identificar estas sustancias.
Con este panorama, un amplísimo grupo de asociaciones ecologistas han lanzado una plataforma, “Di no a los alteradores hormonales”, para que los usuarios puedan informarse y ayudar a presionar. La consulta pública permanecerá abierta hasta el 16 de enero y todos los interesados podrán informarse en la web de ecologistas en acción.
Un manera de ayudar a que se aclaren todos estas dudas de los expertos y se consiga contrarrestar la más que razonable “presión” – que ocurre cada día en otros ámbitos - de unas industrias que no quieren que se avance en este terreno; ni que se regule la presencia de estos alteradores hormonales y, quizá menos, que se establezcan pautas para poder identificarlos en los productos que manejamos todos los días. Quizá les obligaría a fabricar de manera menos rentable para sus bolsillos…
¿Estamos ante un caso más de los que dan a entender que la Comisión Europea mira, sobre todo, por los intereses económicos de algunos? La pregunta es: ¿ Incluso por encima de la salud de los europeos?




