Educar o morir
El fanatismo no tolera la inteligencia, ni la cultura, ni los valores. Hoy, por desgracia, ese mismo fanatismo se ha cobrado decenas de vidas en una escuela de Pakistán
El editorial: 'Educar o morir'
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Madrid
Hace apenas una semana, una joven pakistaní de sólo 17 años se convirtió en la persona más joven de la historia en obtener el premio Nobel de la Paz. Y la verdad es que Malala Yousafay conmovió al mundo con su discurso al recibir el galardón: “este premio –dijo– es para todos los niños olvidados que quieren educación, aquellos niños asustados que quieren paz, los niños que quieren cambio”. Malala tenía –y tiene– todo el derecho a hablar en su nombre porque sabe lo que es jugarse la vida por esa causa, ya que fue víctima de un atentado de los talibanes que intentaron matarla simplemente por eso: por querer estudiar.
Porque el fanatismo no tolera la inteligencia, ni la cultura, ni los valores. Hoy, por desgracia, ese mismo fanatismo se ha cobrado decenas de vidas en una escuela del país de Malala, en Pakistán, apenas a 200 kilómetros de donde el mismísimo Bin Laden estuvo refugiado hasta su muerte. Allí el ejército parece haber atendido últimamente las demandas de una guerra sin cuartel contra los talibanes y éstos se han tomado hoy cumplida venganza con esta matanza de escolares. Y es posible que la tragedia nos suene un poco lejana; seguramente nos resulte más familiar la historia de ayer en Sidney con ese zumbado, ese lobo solitario que tomó decenas de rehenes en una cafetería... pero no nos engañemos: este peligro es global; y real. Sólo un dato, no para asustar a nadie pero sí para tenerlo en cuenta: el grupo que se atribuye la autoría de esta masacre de hoy en Pakistán posiblemente sea el mismo que trató de atentar hace seis años en el metro de Barcelona.