Corazones de acero, guerras a la antigua
Brad Pitt protagoniza Corazones de acero, un drama bélico producido por David Ayer
Madrid
David Ayer fue marine, antes que director de cine, y eso parece haber influido en la manera en la que el director de Sabotage o Los dueños de la calle se enfrenta a la realidad de la guerra. Corazones de acero -traducción o, más bien, adaptación horrible del título original, Fury-, es una película ruda, realista y brutalidad, con una sequedad que la aleja, a pesar de algunas similitudes, de Salvar al soldado Ryan.
Ayer se ha centrado en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, cuando los tanques americanos avanzaban hacía Berlín conocedores de que los aliados estaban a punto de ganar la guerra, pero conscientes de la cercanía del todavía poderoso ejército nazi. El director ha preferido alejarse del relato moderno de la contienda, para inspirarse en las cintas bélicas de la vieja escuela. Es decir, no hay cine de evasión, no hay dulcificación de la violencia, ni héroes viriles, ni pomposidades digitales. Lo que hay son muertos apiñados, caras desfiguradas, sangre y barro, mucho barro. Eso es la guerra, parece decir Ayer.
Estructurada casi en episodios con una línea argumental poco definida, más allá de la transformación de uno de los personajes, del niño pacifista, al soldado letal. Esta decisión de forma permite que haya grandes escenas, como la toma del primer pueblo alemán, la cena en casa de unas alemanas o la batalla entre tanques; pero esta dispersión se traslada al mensaje de esta cinta protagonizada por Brad Pitt.
¿Quería Ayer hacer una cinta antibelicista mostrando los horrores de la guerra con un tono casi periodístico? ¿Quería mostrarnos la necesidad de la Biblia para soportar tales horrores? La falta de intención hace que Corazones de acero vaya bajando el nivel conforme se acerca su final.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...