'The Interview', contra Pionyang, la CIA y los periodistas estrella

Decía Aristóteles que la ironía es más propia de un hombre libre que la chocarrería, porque el irónico busca reírse él mismo y el chocarrero que se rían los demás. Según el filósofo griego, Seth Rogens y Evan Goldberg, creadores de The Interview, la polémica y censurada película de Sony sobre Kim Jong-Un, serían dos hombres libres que bordean, eso sí, lo grosero.

El humor de esta pareja de directores es un burro, atrevido y, a veces, soez, que incluye bromas sexuales, efectos de las drogas, y referencias a la cultura cinematográfica y al famoseo actual. Ese fue el éxito de la gamberra Juerga hasta el fin, donde famosos como Channing Tatum o Rihanna se lo pasaban en grande riéndose de sí mismos en una comedia apocalíptica protagonizada por el propio Seth Rogens y el controvertido actor James Franco, que lo mismo adapta a Faulkner, que se convierte en una parodia de sí mismo.

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En su segunda película, The Interview, que vuelve a estar protagonizada por Rogens y Franco, mantienen ese humor característico -que incluye sangre, corte de falanges, fluidos sexuales, y fiestas con éxtasis-, pero añadiendo la sátira política. La cinta arranca con un par de gag sobre la televisión americana que ponen el listón bastante algo y con Rob Lowe y Eminem como referencias a la cultura mainstream.

Con un planteamiento, muy Torrentiano y más que visto, el de dos torpes intentando salvar el mundo, The Interview se ríe del gobierno de Corea del Norte, de un dictador como Kim Jong-Un. Seth Rogens y James Franco -los dos con una vis cómica más que aceptable- son un productor y su estrella televisiva, responsables ambos de uno de esos programas sensacionalistas que copan las televisiones de todo país democrático que se precie. Necesitados de trascendencia -como tantos famosos rampantes de esos países democráticos antes citados- se embarcan en la búsqueda de "La Entrevista" definitiva: la del hombre más temido en Estados Unidos: el dictador Kim Jong-Un.

Nunca fue su intención hacer una sátira política, pero ahí está. Más acrecentada por todo el proceso externo que ha rodeado a la película: los hackeos, las amenazas y el retraso de su estreno en el país de la libertad duradera. Es cierto que los chistes sobre Corea del Norte son tópicos y bastos, pero aún así funcionan porque, como decía Aristóteles, la cinta no busca solo hacer reír, también se ríe de sí misma. Por eso, la incorrección política en The Interview no se queda solo en el país comunista, se extiende a Estados Unidos. La CIA queda como una panda de asesinos, el gobierno americano como metomentodo y el periodismo libre como un panfleto demagogo y hortera.

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