A vueltas con las señas de identidad
Soledad reflexiona sobre el contenido de la nueva Ley de Reconocimiento, Protección y Promoción de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano que el PP de la Comunitat Valenciana va a aprobar

Madrid
Hay cosas tan asombrosas que un ciudadano sensato no sabe qué hacer, cómo dejar suficientemente clara su perplejidad. El Partido Popular de la Comunidad Valenciana pretende que se apruebe antes de que acabe esta legislatura, es decir, en el pleno del Parlamento autonómico del próximo día 25, una ley que se llama nada menos que Ley de Reconocimiento, Protección y Promoción de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano, así como suena, casi con mayúsculas. La gran discusión se ha planteado en torno al valenciano como lengua propia y, sobre todo, en torno a qué organismos son los autorizados para dictar sus normas.


La reanudación de la absurda guerra lingüística con el catalán que alientan desde hace décadas los sectores más radicales del PP tapa todas las demás consideraciones, pero realmente lo que le deja a uno perplejo no es ya esa guerra, sino qué es lo que entiende la ley que son señas de identidad del pueblo valenciano y cómo se las va a arreglar para protegerlas por ley. Por ejemplo, la paella. ¿Se va a prohibir que llamemos paella a lo que hacemos millones de españoles en nuestras cocinas porque nos falte digamos, unos trozos de conejo? Si uno lee con detenimiento la lista de señas de identidad del pueblo valenciano se queda pasmado: hay hasta un periodo histórico, varios monasterios, un archivo, unas cuantas fechas, instrumento musicales, bandas de música, deportes autóctonos, como la pelota valenciana y, asómbrense, los festejos taurinos. ¿Nada de eso puede a partir de ahora ser seña de identidad de un pobre madrileño?

Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...




