¿Hemos idealizado la ‘movida’ madrileña?
Las juergas del Madrid de los ochenta son recordadas como un ambicioso movimiento cultural
Madrid
Más de treinta años después, la movida madrileña está de moda. Al paso de la ficticia familia Alcántara por el Madrid de Tierno Galván, la serie de documentales Ochéntame recuerda la amalgama de noches de la capital como un movimiento artístico y político: una idea que encaja, de hecho, con el imaginario que gira en torno a aquellos años. Sin embargo, las voces críticas a este respecto existen: entonces, durante los noventa y hoy. Mientras unos recuerdan con cariño aquellas juergas que celebraban la democracia, otros entienden que las fiestas poco tuvieron que ver con el arte.
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"La sentimos con añoranza. Éramos más jóvenes", ríe la actriz Carla Antonelli, al pensar en el Madrid al que llegó perdida y que, al poco tiempo, la acogió ofreciéndole una mesa reservada en algunos bares. Ayudó a encumbrarla como personaje de la movida, claro, que apareciera en el primer documental español sobre transexualidad. Según ella, pero también para la periodista Sol Alonso, la diversidad afectiva dejó entonces de ser un privilegio y se extendió a todo el mundo: al que llegaba frustrado del pueblo, pero también al chico de barrio que encontraba la libertad en los locales de ocio. "La movida fue más abierta que, incluso, la Chueca de los noventa", anota la artista.
Aunque la crítica musical Patricia Godes reconoce que el movimiento conservó cierto espíritu político, también recuerda que cualquier credo artístico quedó eclipsado por todo lo que sonara a escándalo: "Había chicas que no sabían cantar, grupos en los que nadie podía afinar una guitarra. Y los mayores lo jaleaban, porque era divertido y querían juerga". Ella reivindica a los grupos de amigos que escribían revistas de música y a los jóvenes que, sin un duro, conseguían levantar una discográfica: "La movida de las fiestas la vivirían otros. Otros más ricos o más listos, porque son las que nos la han contado después".
También son minoría quienes piden una calle en Madrid para Mario Pacheco, fallecido en 2010. Fue productor musical y fundador de la casa Nuevos Medios, cuya presencia en el recuerdo de la movida, apunta la crítica, no es tan fuerte como el de "las fiestas noche tras noche o las películas sin guion". Es aquella mezcla a la que estaba invitado todo el mundo en la que Alonso encuentra el hecho de que la algarabía desclasó: "Yo era de Ventas, y el rock auténtico madrileño era de barrio. Se cocinó en Carabanchel y en la Elipa. Y ahí estaba el punk, que de burgués tenía muy poco".
"Madrid quería una identidad propia y se reclamaba original, pero leía en revistas qué se hacía en ciudades como Londres o París y lo copiaba", recuerda Godes, autora de un libro sobre el único elepé de Alaska y los Pegamoides. Esta última, recordada como la reina de la movida, ya contó en un documental, en 1995, que no estaba conforme con las tentativas de aunar las diferentes expresiones —o fiestas— de la movida bajo un mismo paraguas. Quizá no bajo la premisa de las clases sociales, pero en la noche había jerarquías. La primera vez que la cantante se cruzó con la idea de que en Madrid había un movimiento artístico fue leyendo el periódico.
Los grandes medios de comunicación, de hecho, se saltaban el criterio de los fanzines y encumbraban a sus elegidos de un día para otro. "Era una cuestión de descaro, no de calidad. Salir de fiesta no era protestar, pero si de aquellas juergas salía un disco, o una exposición, sí había algo", reflexiona Alonso. La periodista se remite a las divertidas palabras con las que alguno de los artistas del entonces solía referirse la movida: "Quienes vivimos aquello no lo recordamos". Las tres mujeres no coinciden solo en el carácter político de algunos gestos —Antonelli se desnudó—, sino en que tenían veinte años. Y se lo pasaron muy bien.
- cinco notas sobre la 'movida'