Al dolor se une la furia

Madrid

Al dolor que provoca la muerte accidental de personas que no deberían haber muerto, se une ahora la furia que despierta el asesinato. Los datos revelados ayer por la fiscalía de Marsella indican que no se trató de un accidente, sino de un hecho voluntario. El aparato, con sus 150 pasajeros, fue dirigido intencionadamente para chocar contra una montaña, al parecer por su copiloto, un hombre de 27 años, del que se ignora casi todo.

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¿Qué puede llevar a una persona a cometer un asesinato en masa? Algunos apuntan una enfermedad mental, pero no es fácil ocultar las enfermedades mentales y no hay por ahora indicación alguna de que ese hombre concreto tuviera el menor antecedente psiquiátrico. Si uno recurre a la historia, la mayoría de los crímenes en masa tienen su origen mucho más frecuentemente en el fanatismo, o en las sectas, que en la locura. Pero tampoco se sabe que el copiloto implicado mantuviera actitudes fanáticas de ningún tipo.

Los accidentes no suelen estar rodeados de misterio. Antes o después se averigua qué mecanismo concreto ha fallado, qué ha provocado el malfuncionamiento de una máquina, o cual fue la distracción o la incompetencia humana que llevó a la catástrofe. Solo una acción como la que se atribuye a este joven piloto constituye un enigma, algo que no se alcanza a comprender. Por eso mismo hace más necesaria aun una investigación completa. Datos que permitan averiguar quién era y qué pensaba Andreas Lubitz.