Falta saber por qué
<i>En este mundo empeñado en expandir el miedo esa puerta bloqueada de la cabina de los pilotos que se diseñó tras el 11S también nos aísla y nos vuelve más frágiles</i>

Madrid
No hay de momento respuesta para la pregunta que hoy nos hacemos todo. ¿Por qué? Por qué Andreas Lubitz estrelló el avión contra los Alpes y se llevó con la suya, la vida de 149 personas por delante. A la brutalidad del accidente se suma ahora la perplejidad, el desconcierto y una multiplicada sensación de fragilidad. Si esto nos ocurre a los simples espectadores de la tragedia, es imposible ponerse en la piel de quienes han perdido a alguien querido en este accidente o en la piel de la familia del joven copiloto.


No queda más que esperar al resultado final de la investigación, intentar que las lógicas especulaciones sobre que pudo pasarle a Lubitz no se hagan a la ligera hiriendo o estigmatizando a quienes tienen una enfermedad mental, pedir a las compañías que revisen sus protocolos con prontitud y atiendan las reclamaciones de los pilotos sobre que no escatimen tiempo ni dinero en la formación de los pilotos... Y asumir todos la paradoja de que en este mundo empeñado en expandir el miedo - al terrorismo, a los accidentes, a las catástrofes naturales - a veces lo que parece que nos protege - esa puerta bloqueada de la cabina de los pilotos que se diseñó tras el 11S - también nos aísla y nos vuelve más frágiles.




