La ficción vence el miedo a las bombas
La llegada de la paz a Euskadi destapa historias que, por forma y fondo, permanecían en el tabú

La compañía de teatro Proyecto 43 2, en escena. / JUAN CARLOS MORA

Madrid
"Las bombas, la tragedia, las víctimas; esa fue la peor parte. Pero el silencio, el no poder contar las cosas y las situaciones incómodas también estaban ahí". La periodista y crítica de cine María Guerra recuerda las reflexiones del cineasta Borja Cobeaga, firmante de Vaya semanita, Ocho apellidos vascos y, por último, Negociador. Han pasado tres años y medio desde que llegó la paz en Euskadi y muchas historias piden paso. Si hasta ahora la gran industria cultural rehuía el recuerdo de las bombas, o acudía a él solo desde el género policíaco, hoy también aloja la comedia y el drama.
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'Venimos de muchos silencios y muchas situaciones incómodas'
La compañía de teatro Proyecto 43 2 se atreve, incluso, con la reconciliación; nunca como deber, aunque sí como derecho. La segunda parte de su trilogía sobre la violencia se llama La mirada del otro y cuenta las conversaciones entre dañados y arrepentidos, en presencia siempre de un intermediario. Son historias reales de la cárcel de Nanclares, en las que algunas familias, incluso, aceptaron que el verdugo que les había marcado para siempre llevara flores a los actos de recuerdo de la víctima. Con su primer montaje ya reunieron, entre el público de Euskadi, a concejales socialistas y de Bildu.
Si el cine ha mostrado su poder de convocatoria, el teatro presume de honestidad. "Ya no somos revolucionarios. Ahora somos asesinos" fue la línea que dos o tres espectadores, los que dejaron a medias Los justos, no escucharon. Lola Baldrich y Álex Gadea llevaron este montaje sobre el texto de Albert Camus por toda España el año pasado. Según se afianza la paz, las excusas para aplazar el contar las cosas se van acabando: y aunque esta no se refirió a ningún capítulo concreto de la historia de ETA, sí mostró el desasosiego de quienes querían renunciar a la violencia y no sabían cómo.

Ana Torrent, en 'Yoyes' (2000).

Ana Torrent, en 'Yoyes' (2000).
Menos suerte tuvieron las ficciones que no esperaron al final para plantear preguntas. La directora Helena Taberna aprovechó una tregua para contar la historia de Yoyes. Sin embargo, cuando presentó su producción, la violencia estaba de vuelta. Aunque ganó premios en festivales, este relato sobre quien fue verdugo contra la dictadura y diana durante la democracia, permanece hoy descatalogada. Con todo, en una reciente entrevista, su realizadora sostuvo que hoy, en paz, no habría hecho una película diferente.
También la ausencia de bombas consiente que se cuenten historias sobre el GAL, como lo fue, el año pasado, Lasa y Zabala, de Pablo Malo. Le acusaron de partidista, así como de elegir una historia concreta sin mirar más allá. ¿Y estarán listos los realizadores, realmente, para llorar por igual las muertes de unos y las de otros? Guerra intuye que no, pero quién sabe; uno de los verdugos llevó flores, un día, a la tumba de su víctima. Y sus familiares le dieron la mano.




