¿Qué pasa con la izquierda valenciana?

Madrid

Una de las conclusiones más claras tras las elecciones del 24 de mayo es que los electores votaron por el cambio, votaron por otra cosa que no fuera lo que ya conocen. Votaron para que ayuntamientos y comunidades que llevaban años gobernadas por los mismos, tuvieran un relevo, castigaron la corrupción, la arrogancia, la impunidad y una forma de hacer política que ha quedado anticuada.

A las pocas horas de conocer los resultados todos los implicados, excepto los que veían la posibilidad de perder el poder, parecía que lo habían entendido. Sobre todo que lo habían entendido las fuerzas de izquierda que en muchos ayuntamientos y comunidades suman votos suficientes para ser la alternativa a la derecha, sobre todo en esos sitios donde la derecha, donde el PP, lleva años gobernando y con serios problemas con la corrupción. Les estoy hablando de Valencia, ¿qué pasa con la izquierda valenciana que es incapaz de ponerse de acuerdo? ¿No existen líneas programáticas en común que se puedan discutir y desarrollar después? Pues parece que aunque las haya en la izquierda valenciana hay otra prioridad, el quién, por encima del qué.

El mandato de los ciudadanos les obliga a negociar y a pactar. Y ceder y no entender la cesión como una rendición sino como parte del diálogo en favor de la estabilidad. Mientras no lo hagan le estarán dando la razón a los que relacionan los gobiernos de coalición con la inestabilidad. Los pactos pueden ser tan estables como un gobierno monocolor. Pero para ello hay que estar de acuerdo en el contenido del pacto e incluso hay que involucrarse en las tareas de gobierno para poder llevar a cabo lo que se pacte. Los nuevos partidos quieren imponer sus normas, sus medidas pero luego quedarse en la oposición, al margen de la aplicación de las medidas.

Los electores pidieron cambios, cambios que den estabilidad, y para ello se exige a las fuerzas políticas un plus de responsabilidad que, de momento, y en algunos sitios brilla por su ausencia.