Zombis en la nieve

Madrid

El universo zombi está ya demasiado manido. Tanto que los directores que hacen una película de zombis lo primero que aseguran es que la suya no es propiamente una peli de zombis sino otra cosa muy distinta. Es un fuerzo inútil. Por mucho que intenten convencernos no cuela. Estamos ante una más. Da igual que los disfracen de infectados, contagiados o simplemente de monstruos. Siempre es lo mismo: unos supervivientes que tratan de huir o esconderse y unos seres contaminados que buscan carnaza nueva.

En ese sentido el comienzo de “Extinction” no puede ser más tradicional. Un grupo de personas metidas dentro de un autobús que trata de huir de unas criaturas salvajes afectadas por el uso masivo de armas químicas. Huele a película zombi de toda la vida. Sin embargo la cosa cambia. Después de ese angustioso prólogo la acción se traslada en el tiempo hacia otro lugar: una ciudad abandonada, cubierta de nieve, con dos hombres, Matthew Fox y Jeffrey Donovan, y una niña, la excelente Quinn McColgan, como únicos habitantes.

En su anterior película, “Secuestrados,” Miguel Ángel Vivas ya había mostrado su capacidad para crear ambientes angustiosos y claustrofóbicos. En “Extinction” lo ratifica. Explica el director que lo que de verdad le interesa es contar un drama familiar con la responsabilidad paterna como tema central ambientado en un lugar inhóspito y abandonado. También que en su película se pueden encontrar referentes tan distintos como “Infierno en el Pacífico” o “Kramer contra Kramer”. Puede ser. Pero lo que de verdad espera el público es la aparición de esos monstruos y pasar unos cuantos sustos. En ese sentido “Extinction” cumple, aunque se hace de rogar. La pena es que el papel de Clara Lago sea pequeño e irrelevante y que el final sea manido y convencional. Pero al fin y al cabo nos encontramos ante una de zombis, bien rodada y contada, cosa que no es poco, aunque el director nos intente convencer amablemente de que la peli es otra cosa.