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¿Qué es un héroe?

Analizamos los personajes que, aunque sin poderes mágicos, llevaron la justicia consigo

Roy Schreider, en 'Tiburón' (1975). / UNIVERSAL

Madrid

Viven un viaje moral —para Odiseo, además, geográfico—, se saltan las leyes en nombre de la justicia, suelen verse solos ante la cobardía de los demás y conceden menos valor a sus vidas que a las de los otros. El héroe, el gran protagonista del cine y la literatura clásica, se encuentra en las gestas de aventuras, pero también en las pequeñas injusticias del día a día. "Hace tiempo que son individuales, que guardan su integridad de los vaivenes de la sociedad, y que la ayudan sin que esta lo sepa", anota Joaquín María Aguirre, doctor en Comunicación Audiovisual.

'Quienes no tienen miedo a la muerte son más inconscientes que héroes'

18:49

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Martin Brody, interpretado por Roy Schreider en Tiburón (1975) vive esa evolución. Es el policía de una pequeña isla habituado a tratar siempre con pequeños conflictos y, también, poco dado a meterse en el mar. Sin embargo, acaba renunciando a resolver el problema desde la costa, cerrando las playas como pretendía, y se embarca junto a dos desconocidos. Desde luego, su figura dista de los esculpidos cuerpos que, hoy, parecen obligados en la gran pantalla; también resulta desprovisto de cualquier trama secundaria relacionada con las pasiones. Dicen que la de Spielberg fue la última obra del cine clásico.

Como él, grandes héroes del cine aprenden algo en su camino: a perder un miedo o, también, a desconfiar de los ideales con los que habían crecido. Arde Mississippi (1988) ensalza a los policías duros y con la mano larga: los únicos que consiguen encontrar y plantar cara al Ku Klux Klan. En Copycat (1995) la agente encarnada por Holly Hunter deja de respetar la vida de los villanos, a fin de poner a salvo a quienes considera sus semejantes. El recorrido del héroe puede acercarle a las convicciones simbólicas de la sociedad y apartarle de las leyes, pero también aislarle de quienes comparten la cobardía.

Las normas del cine clásico nos imponen a protagonistas entrañables y poco ambiciosos, al menos, en la medida en la que estos buscan la empatía del público. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos les acaba llevando, no en pocas ocasiones, hasta la muerte. Así ocurrió con Thelma y Louise (1991), así como con los personajes de Dos hombres y un destino (1969) y, desde luego, con Bonnie y Clyde (1967). En el caso de las primeras, la norma escrita contradecía una ley simbólica que les concedía la libertad. Los últimos, no lo olvidemos, atracaban los bancos que desahuciaban a los campesinos.

 
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