Jaime I el Conquistador

Tras la profunda crisis en la que vio sumida la Corona de Aragón como consecuencia del enfrentamiento del difunto Pedro II con Francia y la Santa Sede, el Papa quiso poner orden en el conflicto, para lo cual hizo gala de su habilidad diplomática forzando el reconocimiento como rey de su hijo de cinco años. El personaje en cuestión, hijo legítimo de Pedro II pero no reconocido por éste, no era otro que Jaime I El Conquistador. Cierto es que los primeros años de reinado del monarca aragonés más popular de todos los tiempos no fueron fáciles: la alta nobleza se alzó en armas aprovechando su minoría de edad. Pero cuando Jaime I pudo aferrarse firmemente al poder no sólo finalizó la reconquista peninsular, sino que incluso logró sentar la base política, económica y militar para que sus sucesores alcanzaran la hegemonía mediterránea. El hijo de Jaime I, Pedro III El Grande, aumentó el patrimonio de la dinastía haciéndose con el trono de Sicilia por los derechos hereditarios de su esposa y, también, gracias al buen uso que hizo de sus almogávares y de la flota catalana. Al mismo tiempo, la campaña siciliana suponía la primera derrota para Francia, el poderoso enemigo de su abuelo Pedro II. A Pedro III le sucedió su hijo Alfonso III El Liberal, monarca que debido a su prematura muerte reinó por escasos seis años, no estando por ello su gobierno falto de una intensa actividad política y militar. Fue bajo el reinado de su hermano y heredero, Jaime II El Justo, cuando la Casa de Barcelona alcanzó su máximo apogeo tras la conquistas de Cerdeña, Atenas y Neopatria.