Ni ánimo revolucionario, ni ánimo imperioso
Un sector de los independentistas catalanes estaría encantado de encontrar antes de las elecciones generales una salida épica al embrollo que han provocado en las últimas semanas

Madrid
La estrategia del cuanto peor, mejor; la decisión política de hacer subir la tensión por todos los medios al alcance, ha sido siempre una estrategia detestable que no acarrea más que problemas para los ciudadanos corrientes. Lamentablemente, esa parece ser la estrategia que desarrolla en estos momentos un sector de los independentistas catalanes, que estaría encantado de encontrar antes de las elecciones generales una salida épica al embrollo que han provocado en las últimas semanas. La primera lección que deberían aprender los políticos es que resulta muy difícil controlar la dinámica de ese tipo de estrategias y que existen muchos ejemplos en los que los protagonistas iniciales se ven arrastrados a situaciones que no habían calculado.


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Por el momento, todo lo que hay son declaraciones. Ningún hecho concreto que suponga la desobediencia de la ley. La vicepresidenta en funciones de la Generalitat aseguró ayer que solo cumplirá las decisiones del Parlamento catalán, pero por el momento, el Parlamento catalán no ha decidido nada de nada en el plano de los hechos, ni tan siquiera la formación de un gobierno. Lo razonable sería que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña fuera el encargado de investigar si se producen hechos delictivos en días sucesivos. Mientras tanto, solo cabe lamentar que haya políticos a los que no les incomoda apostar y doblar la apuesta, hasta el final, sin tener en cuenta la realidad. Porque la realidad es que no parece que los catalanes tengan en estos momentos ánimo revolucionario, ni el resto de los españoles, ánimo imperioso.

Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...




