¡Quieto todo el mundo!

Madrid

Las catástrofes y las amenazas actúan como adormideras sociales y refuerzan a los gobiernos. Un instinto básico acerca a los ciudadanos al puesto de mando y las filas se aprietan en torno al capitán. Sólo los errores de Aznar alteraron esta regla en el año 2004, cuando se portó más como hombre de partido que como hombre de Estado después de los horribles atentados del 11-M.

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A Rajoy le está bastando con hacer lo obvio, abrirse a los demás líderes para ver reforzada su posición. Y a un mes de las elecciones, su victoria parece más segura que en ningún otro momento de la legislatura. El cuatrienio no pinta nada, la hecatombe social provocada por su política desde que llegó al poder pasa al furgón de cola, junto a la corrupción.

‘El último líder’ de Joaquín Estefanía analiza estos años bárbaros que nos ha dejado, dice, más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados y menos demócratas, pero no parece que este asunto vaya a jugar un gran papel en los próximos comicios, y es triste. La democracia, que hace mucho es una verdad mayor venida a menos, poco más que votar cada cuatro años, se debilita aún más bajo la amenaza terrorista que impone su "¡quieto todo el mundo!”, su efecto adormidera.